La capilla que pensé para Ritoque, a instancias de Godo, se ha terminado. Extraña significación. ¿Suerte mía?
Una obra en Ritoque no se realiza por expresa voluntad de Alberto.
Quiero recorrer de nuevo ese camino de negaciones.
Decir hechos. Renunciar al resentimiento. Aunque sea justo.
Un día, recibo de Los Pajaritos(1) un poco más de 500 dólares, parte talvez de una indemnización por la expropiación.
La Teresa se hace esperanzas, y quiere gastar ese dinero –suyo- en la casa.
Yo pienso gastarlo en la Capilla. Pero ella se niega con escándalo. No tengo claridad para forzar la situación: Pienso que eso acrecentará su resentimiento por Ritoque dentro de la angustia económica que vivimos.
No gasto el dinero, pero tampoco lo entrego a la casa.
Busco a Godo para hablar el problema, un poco íntimo, entre los dos.
Godo me dice: ¿Y cómo vas a hacer, si eres el que preside la bottega, eres el autor de la obra y no pones ese dinero, mientras Balcells ha entregado un carro que han vendido para comprar la madera?
El piensa que si la Teresa sabe que es una obra mía, accederá. Pero yo ya sé que no será así, porque yo y Ritoque somos dos para ella.
Supongo que Godo habrá hablado de esto con Alberto.
Como yo no me decido, al poco tiempo recibo una carta de Alberto. Con un lenguaje elíptico, me indica tres cosas:
a) Que no conviene continuar la capilla por el momento, y que vale esperar un futuro financiamiento de los obispos alemanes.
b) Que se suspende la bottega que está haciendo la capilla.
c) Que si quiero, puedo incorporarme a la bottega de Fabio o a la de él.
Estimo que es una sanción moral oscura, fea y sorpresiva. Respondo una carta desatentada y furibunda, pero debilitada por el sentimiento de culpa.
Pero él no habla conmigo, ni yo tampoco con él. Godo tampoco se pronuncia. Es lo ambiguo del silencio.
Poco después Chadwick preocupado viene a avisarme que poco a poco se están sacando las maderas para emplearlas en la construcción de las hospederías que dirige Alberto. Le digo que no se preocupe, que Alberto sabe lo que hace.
Tres veces me avisa.
La madera que teníamos acumulada alcanzaba para cubrir todo el forro exterior de la capilla. La estructura se haría con maderas del bosque, más algunas piezas elaboradas que habría que adquirir.
Nos tenía detenidos la gran excavación que había que hacer. Toda la estructura estaba ya calculada por Sergio Rojo, y estaba estudiando un sistema de fundación sobre arena, renovable.
Toda la madera fue consumida sin una palabra de aviso de mi.
La posibilidad de existencia de mi capilla, había desaparecido.
Más tarde hubo dos esfuerzos para conseguir fondos alemanes, que ofreció Jorge Gómez. Hasta que en la segunda oportunidad se recibió una rotunda negativa.
En la cábala de los acontecimientos, eso no podía resultar. Para lograr esos fondos estudié una segunda versión en hormigón, que la discutí con Godo, Alberto, Fabio y Tuto. Pero allí quedó.
Y esa misma cábala, a la cual miro ya con superstición, se impuso cuando se discutió en el ágora de Tronquoy la futura ubicación del cementerio. Yo opiné en la cumbre y vértice de los terrenos. Pero no creo que nadie siquiera recordara que el cementerio ocuparía el fondo de mi capilla en la quebrada. Yo pensé desde un comienzo –de acuerdo a mi interpretación de Vagaggini – que el templo no debe estar con el cementerio. Y según el fundamento de la capilla, menos aún con algún uso.
(1) Fundo Los Pajaritos. Propiedad de la familia de Teresa Cruz Vial en Maipú.
Te contesto por escrito, porque lo escrito es escrito y lo hablado, hablado.
Siento que sea así, porque el puro hecho de que escribas hace ver una distancia que no te ha permitido hablar.
De lo que me escribes, no es de lo que hablamos en lo fundamental. Mas bien es una sorpresa.
La conversación fue acerca de que hace casi un mes y medio que los fondos disponibles no se emplean. Hice una distribución consultada con Fabio y, pese a nuestras reuniones, estamos a la espera de tu decisión, ya que el trabajo conjunto pide una decisión común. Ese es el problema gravísimo y urgente, que malogra también el fulgor de la acción.
y creo yo que detrás de ese fulgor, está la fuerza poética de la ciudad, de todas o de alguna phalène que se hace.
Por eso, tu escrito, no lo veo como reafirmación de lo hablado ni como medio de reflexión conjunta, sino como algo nuevo, que, por lo demás, no entiendo en BU totalidad -tal vez porque las ideas generales cuando se aplican a lo que parece ser “mi caso” particular, necesite un lenguaje más directo.
Volviendo a nuestra conversación, sólo en la última parte encontré raro que insistieras en que era mejor postergar
la ejecución de la capilla porque no había dinero- en circunstancias que toda la conversación que hemos llevado des¬de hace semanas es precisamente que hay dinero. Entonces sospeché- se me ocurrió que estuvieras pugnando por decirme algo de lo que yo hablé con Godo acerca del dinero de la Teresa, y que él te lo hubiera contado. Por eso me apresuré
a decirte lo que había decidido respecto a eso – decisión voluntaria, naturalmente en le sentido de no sobrepasar con la familia un límite de estabilidad más allá del cual no puedo gobernar.
y respecto a la obra, te expliqué que hecho el esfuerzo de convencer a fondo, no me siento en la obligación ni acepto dejar de hacer la obra porque la Teresa no quiera contribuir.
Como todo esto fue un final de conversación, me quedé con la impresión que, al insistir tú que a eso había llegado la phalène, te referías a una especie de recomendación para incorporar a la familia.
Ahora veo sin embargo, por tu carta, que se trata de una re¬flexión sobre mi situación, que ha puesto en juego, para ti, la situación de Borde (que es de lo que se trata); lo dicho en la Exposición en cuanto a orientación poética; y la limpidez, que no debe ser turbadas por cualidades o defectos habituales, necesaria para que el” poético” (tomando tus palabras) pueda colocarse en lo que le es dado como situación de Borde.
Me agregas además que careces de sentido disminuir las obras que construyen y dan cabida a lo abierto de la ciudad abierta a través de la presencia del presente.
y concluyes finalmente en que por todo esto no hay que hacer la capilla hasta que yo no alcance la condición de Borde, con la ayuda tuya y de todos. Le ofreces después que haga otra obra, siempre que cumpla con la condición de situación de borde; o que suspenda la Bottega o me vaya a la Bottega de Fabio o tuya. Creo estar en presencia de lo desmesurado.
Talvez no en lo que dices, porque puedo estar, talvez, dema¬siado ciego y equivocado.
Pero convendrás conmigo, que después de 20 años, me entregues eso que me dices en una pequeña carta, lamentando interrumpir mi siesta y yéndote después a dormir la tuya, refleja, o una desconfianza casi ilimitada o un método oriental, como el del japonés, que entregaba sus credenciales sonriente al mismo tiempo que hacía saltar Pearl Harbor.
Habrá que remitir eso a la cuota de desconocida que cada uno de nosotros tiene.
Pero hacia el final, en la última página de tu carta, apare¬cen nuevos asuntos, no hablados ese día, pero que tienen también consecuencias graves en el abultado conjunto general:
uno que no he participado en el Aula de Amereida; dos que no tengo continuidad de presencia en Ritoque; tres que no participé en la última Zafra; cuanto, que, según dices, una vez resueltas estas carencias, se va aclarar también lo que discutimos acerca de la experiencia arquitectónica, en la que vuelves reiteradamente a desconocer la base de lo que hablé;
y quinto, mi negativa a hacer el seminario de Estructura del año pasado.
Se reflexionó sobre esta totalidad, tal como pides, tengo que enfrentarme a una constelación, como haces tu siempre, en que se dice un fundamento general y se hace referencia a un cúmulo de situaciones dispares y concretas, que dan la apariencia de una totalidad en que todo cabe adentro.
Sin embargo yo quiero separar, porque hay una confusión de cosas, la mayor parte de las cuales – no digo que las hayas aceptado, más bien creo que no- pero que las he dicho y aclarado meridianamente en su oportunidad.
Que se vuelvan a discutir es otra cosa a hacerlas aparecer configurando todas una nueva circunstancia – como si lo dicho no hubiera existido.
La cuestión básica que tú planteas acerca de postergar la ejecución de la capilla porque yo no he aportado los dineros de la Teresa a la obra, es un problema moral.
y toda tu carta se mueve en un plano moral.
Quiero aclarar esto, para que no se piense que con lo que di¬go pretendo descalificarlo o disminuirlo. Haciendo una simplificación muy grosera, yo diría que hay una doctrina, más bien una formulación de fundamentos de lo que queremos hacer, y una moral que- cuando es explicitada en un código- guía los actos particulares en relación al fundamento. Pienso en la religión que se ha visto obligada a explicitar una moral. Cuando se pierde el fundamento y se convierte la moral en un fin, hay fariseísmo y formalismo; cuando se pierde la moral y se conserva el fundamento, éste es pura palabrería y la vida no hace lo que dice. y en la ciudad abierta, que se funda en la acción, eso último ha sido un problema repetido contra el cual Godo ha luchado desde el principio, lo cual ha determinado que muchos ahora no están. Ya raíz de esto, y de la unidad de vida, trabajo y estudio que buscamos, nosotros queremos que los acontecimientos del obrar artístico tengan sus consecuencias de vida, y que los acontecimientos de la vida -como tu propones- tengan sus consecuencias en el obrar artístico.
y esto lo queremos no por un anhelo puramente lógico, sino que porque sabemos que la vida hace a la obra.
Pero nosotros no hemos querido nunca explicitar una moral, porque somos enemigos de las normas y queremos confiarlo todo a la vigilia, para dar curso a la libertad propia del espíritu. y es en ese terreno límite donde Godo, en la última ágora, quiso situar la ley, materia única del ágora. Ejemplo: la dificultad convertida en (...)
Por eso creo que si las palabras valen y no son puras aproximaciones de consejos o de malos y buenos entendidos, tú con lo que dices estás en la siguiente alternativa frente a mi situación con la capilla:
a) o aceptas interiormente la situación en que yo estoy actuando con la capilla,
b) o citas un ágora, para examinar mi caso en la búsqueda
de una ley.
mvc/1983.-
Una obra en Ritoque no se realiza por expresa voluntad de Alberto.
Quiero recorrer de nuevo ese camino de negaciones.
Decir hechos. Renunciar al resentimiento. Aunque sea justo.
Un día, recibo de Los Pajaritos(1) un poco más de 500 dólares, parte talvez de una indemnización por la expropiación.
La Teresa se hace esperanzas, y quiere gastar ese dinero –suyo- en la casa.
Yo pienso gastarlo en la Capilla. Pero ella se niega con escándalo. No tengo claridad para forzar la situación: Pienso que eso acrecentará su resentimiento por Ritoque dentro de la angustia económica que vivimos.
No gasto el dinero, pero tampoco lo entrego a la casa.
Busco a Godo para hablar el problema, un poco íntimo, entre los dos.
Godo me dice: ¿Y cómo vas a hacer, si eres el que preside la bottega, eres el autor de la obra y no pones ese dinero, mientras Balcells ha entregado un carro que han vendido para comprar la madera?
El piensa que si la Teresa sabe que es una obra mía, accederá. Pero yo ya sé que no será así, porque yo y Ritoque somos dos para ella.
Supongo que Godo habrá hablado de esto con Alberto.
Como yo no me decido, al poco tiempo recibo una carta de Alberto. Con un lenguaje elíptico, me indica tres cosas:
a) Que no conviene continuar la capilla por el momento, y que vale esperar un futuro financiamiento de los obispos alemanes.
b) Que se suspende la bottega que está haciendo la capilla.
c) Que si quiero, puedo incorporarme a la bottega de Fabio o a la de él.
Estimo que es una sanción moral oscura, fea y sorpresiva. Respondo una carta desatentada y furibunda, pero debilitada por el sentimiento de culpa.
Pero él no habla conmigo, ni yo tampoco con él. Godo tampoco se pronuncia. Es lo ambiguo del silencio.
Poco después Chadwick preocupado viene a avisarme que poco a poco se están sacando las maderas para emplearlas en la construcción de las hospederías que dirige Alberto. Le digo que no se preocupe, que Alberto sabe lo que hace.
Tres veces me avisa.
La madera que teníamos acumulada alcanzaba para cubrir todo el forro exterior de la capilla. La estructura se haría con maderas del bosque, más algunas piezas elaboradas que habría que adquirir.
Nos tenía detenidos la gran excavación que había que hacer. Toda la estructura estaba ya calculada por Sergio Rojo, y estaba estudiando un sistema de fundación sobre arena, renovable.
Toda la madera fue consumida sin una palabra de aviso de mi.
La posibilidad de existencia de mi capilla, había desaparecido.
Más tarde hubo dos esfuerzos para conseguir fondos alemanes, que ofreció Jorge Gómez. Hasta que en la segunda oportunidad se recibió una rotunda negativa.
En la cábala de los acontecimientos, eso no podía resultar. Para lograr esos fondos estudié una segunda versión en hormigón, que la discutí con Godo, Alberto, Fabio y Tuto. Pero allí quedó.
Y esa misma cábala, a la cual miro ya con superstición, se impuso cuando se discutió en el ágora de Tronquoy la futura ubicación del cementerio. Yo opiné en la cumbre y vértice de los terrenos. Pero no creo que nadie siquiera recordara que el cementerio ocuparía el fondo de mi capilla en la quebrada. Yo pensé desde un comienzo –de acuerdo a mi interpretación de Vagaggini – que el templo no debe estar con el cementerio. Y según el fundamento de la capilla, menos aún con algún uso.
(1) Fundo Los Pajaritos. Propiedad de la familia de Teresa Cruz Vial en Maipú.
Te contesto por escrito, porque lo escrito es escrito y lo hablado, hablado.
Siento que sea así, porque el puro hecho de que escribas hace ver una distancia que no te ha permitido hablar.
De lo que me escribes, no es de lo que hablamos en lo fundamental. Mas bien es una sorpresa.
La conversación fue acerca de que hace casi un mes y medio que los fondos disponibles no se emplean. Hice una distribución consultada con Fabio y, pese a nuestras reuniones, estamos a la espera de tu decisión, ya que el trabajo conjunto pide una decisión común. Ese es el problema gravísimo y urgente, que malogra también el fulgor de la acción.
y creo yo que detrás de ese fulgor, está la fuerza poética de la ciudad, de todas o de alguna phalène que se hace.
Por eso, tu escrito, no lo veo como reafirmación de lo hablado ni como medio de reflexión conjunta, sino como algo nuevo, que, por lo demás, no entiendo en BU totalidad -tal vez porque las ideas generales cuando se aplican a lo que parece ser “mi caso” particular, necesite un lenguaje más directo.
Volviendo a nuestra conversación, sólo en la última parte encontré raro que insistieras en que era mejor postergar
la ejecución de la capilla porque no había dinero- en circunstancias que toda la conversación que hemos llevado des¬de hace semanas es precisamente que hay dinero. Entonces sospeché- se me ocurrió que estuvieras pugnando por decirme algo de lo que yo hablé con Godo acerca del dinero de la Teresa, y que él te lo hubiera contado. Por eso me apresuré
a decirte lo que había decidido respecto a eso – decisión voluntaria, naturalmente en le sentido de no sobrepasar con la familia un límite de estabilidad más allá del cual no puedo gobernar.
y respecto a la obra, te expliqué que hecho el esfuerzo de convencer a fondo, no me siento en la obligación ni acepto dejar de hacer la obra porque la Teresa no quiera contribuir.
Como todo esto fue un final de conversación, me quedé con la impresión que, al insistir tú que a eso había llegado la phalène, te referías a una especie de recomendación para incorporar a la familia.
Ahora veo sin embargo, por tu carta, que se trata de una re¬flexión sobre mi situación, que ha puesto en juego, para ti, la situación de Borde (que es de lo que se trata); lo dicho en la Exposición en cuanto a orientación poética; y la limpidez, que no debe ser turbadas por cualidades o defectos habituales, necesaria para que el” poético” (tomando tus palabras) pueda colocarse en lo que le es dado como situación de Borde.
Me agregas además que careces de sentido disminuir las obras que construyen y dan cabida a lo abierto de la ciudad abierta a través de la presencia del presente.
y concluyes finalmente en que por todo esto no hay que hacer la capilla hasta que yo no alcance la condición de Borde, con la ayuda tuya y de todos. Le ofreces después que haga otra obra, siempre que cumpla con la condición de situación de borde; o que suspenda la Bottega o me vaya a la Bottega de Fabio o tuya. Creo estar en presencia de lo desmesurado.
Talvez no en lo que dices, porque puedo estar, talvez, dema¬siado ciego y equivocado.
Pero convendrás conmigo, que después de 20 años, me entregues eso que me dices en una pequeña carta, lamentando interrumpir mi siesta y yéndote después a dormir la tuya, refleja, o una desconfianza casi ilimitada o un método oriental, como el del japonés, que entregaba sus credenciales sonriente al mismo tiempo que hacía saltar Pearl Harbor.
Habrá que remitir eso a la cuota de desconocida que cada uno de nosotros tiene.
Pero hacia el final, en la última página de tu carta, apare¬cen nuevos asuntos, no hablados ese día, pero que tienen también consecuencias graves en el abultado conjunto general:
uno que no he participado en el Aula de Amereida; dos que no tengo continuidad de presencia en Ritoque; tres que no participé en la última Zafra; cuanto, que, según dices, una vez resueltas estas carencias, se va aclarar también lo que discutimos acerca de la experiencia arquitectónica, en la que vuelves reiteradamente a desconocer la base de lo que hablé;
y quinto, mi negativa a hacer el seminario de Estructura del año pasado.
Se reflexionó sobre esta totalidad, tal como pides, tengo que enfrentarme a una constelación, como haces tu siempre, en que se dice un fundamento general y se hace referencia a un cúmulo de situaciones dispares y concretas, que dan la apariencia de una totalidad en que todo cabe adentro.
Sin embargo yo quiero separar, porque hay una confusión de cosas, la mayor parte de las cuales – no digo que las hayas aceptado, más bien creo que no- pero que las he dicho y aclarado meridianamente en su oportunidad.
Que se vuelvan a discutir es otra cosa a hacerlas aparecer configurando todas una nueva circunstancia – como si lo dicho no hubiera existido.
La cuestión básica que tú planteas acerca de postergar la ejecución de la capilla porque yo no he aportado los dineros de la Teresa a la obra, es un problema moral.
y toda tu carta se mueve en un plano moral.
Quiero aclarar esto, para que no se piense que con lo que di¬go pretendo descalificarlo o disminuirlo. Haciendo una simplificación muy grosera, yo diría que hay una doctrina, más bien una formulación de fundamentos de lo que queremos hacer, y una moral que- cuando es explicitada en un código- guía los actos particulares en relación al fundamento. Pienso en la religión que se ha visto obligada a explicitar una moral. Cuando se pierde el fundamento y se convierte la moral en un fin, hay fariseísmo y formalismo; cuando se pierde la moral y se conserva el fundamento, éste es pura palabrería y la vida no hace lo que dice. y en la ciudad abierta, que se funda en la acción, eso último ha sido un problema repetido contra el cual Godo ha luchado desde el principio, lo cual ha determinado que muchos ahora no están. Ya raíz de esto, y de la unidad de vida, trabajo y estudio que buscamos, nosotros queremos que los acontecimientos del obrar artístico tengan sus consecuencias de vida, y que los acontecimientos de la vida -como tu propones- tengan sus consecuencias en el obrar artístico.
y esto lo queremos no por un anhelo puramente lógico, sino que porque sabemos que la vida hace a la obra.
Pero nosotros no hemos querido nunca explicitar una moral, porque somos enemigos de las normas y queremos confiarlo todo a la vigilia, para dar curso a la libertad propia del espíritu. y es en ese terreno límite donde Godo, en la última ágora, quiso situar la ley, materia única del ágora. Ejemplo: la dificultad convertida en (...)
Por eso creo que si las palabras valen y no son puras aproximaciones de consejos o de malos y buenos entendidos, tú con lo que dices estás en la siguiente alternativa frente a mi situación con la capilla:
a) o aceptas interiormente la situación en que yo estoy actuando con la capilla,
b) o citas un ágora, para examinar mi caso en la búsqueda
de una ley.
mvc/1983.-