Acotación :
Las travesías que presentamos, y que desde cierto punto de vista son lícitamente asimilables a una “investigación”, tiene eso si, una peculiaridad importante:
Se trata de una actividad, una acción que se acomete existencialmente en un tiempo y en un espacio concreto, y que nos compromete decisivamente.
No es un entrenamiento ni una simulación, sino un acontecimiento real 1:1.
Travesías
Nuestra Escuela de Arquitectura incluye en sus Planes de Estudio, desde 1984, la realización de “Travesías” por América.
Se han realizado más de 30 hasta 1989, que abarcan desde Isla de Pascua y Juan Fernández en el Pacífico hasta el litoral Atlántico; desde Belem de Pará en el Amazonas hasta el Cabo Froward en el Estrecho de Magallanes.
La travesía, se origina en una visión poética de América, que denominamos “Amereida”. Fue formulada inicialmente en 1984 por G. Iommi . Amereida se pregunta, podríamos decir, por el origen y sentido de Amereida.
Dicha visión pide recorrer el continente y sus mares realizando actos poéticos, obras plásticas y de arquitectura, configurando una constelación de lugares que den la posibilidad de habitarlo con destino.
La primera travesía se realizó en 1965, por un grupo formado por 10 artistas e intelectuales – entre ellos, cuatro profesores de la Escuela – y recorrió desde Tierra del Fuego hasta el Sur de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia).
Acerca del sentido de la Travesía cita Amereida:
“desvelar
rasgar el velo
a través
-la voz nos dice-
travesía
que no descubrimiento o invento
consentir
que el mar propio y gratuito nos atraviese
levante
en gratitud
o reconocimiento
nuestra propia libertad
travesía
en cuya suerte
la amenaza de lo oculto
se dé a la luz de canto”.
Acentúo: – desvelar
rasgar el velo a través
– consentir que el mar propio y gratuito nos atraviese.
Travesía es concretamente: dejarse atravesar por América regalada
Del cálculo de las Travesías
Cada travesía tiene un cálculo previo.
Cálculo que en su inicio es de carácter poético, gratuito; se lo realiza y surge cada vez.
De tal cálculo se desprende, entre otras cosas, el itinerario del viaje, su sentido, y de manera diferente según las travesías, el género de obras a realizar.
Entresaco algunos breves textos de Amereida:
• Un buen cálculo implica la memoria,
la atención al detalle, la cabeza épica/
• todo lo retiene …
• desconfía de las interpretaciones/siempre azarosas
que no juegan nunca su todo por el todo
• sobre el rechazo de una precaución
mantiene su ley (su máxima), su propia regla,
por ridículo que parezca a la gente del país que atraviesa/
• su proyecto se orienta sobre una vista (vista del espíritu sin duda puesto que no hay otra)
Para mostrar algo más concreto acerca del cálculo me voy a referir someramente, a título de ejemplo, a las travesías realizadas por el Taller de que formo parte.
El cálculo de la primera (1984) se echa a andar a partir de una proposición, hecha casi al azar, por Godofredo Iommi: “una de las travesías podría ir al Cabo de Hornos … allí donde los barcos giran”.
A partir de ésto, pensando, releyendo partes de Amereida, mirando mapas y cartas, considerando factibilidades , etc. reinterpretamos la indicación poética y dimos con el Cabo Froward: punto de quiebre del Estrecho de Magallanes, cúspide continental de América, justamente ahí donde los barcos giran.
La zona del Cabo Froward está catalogada de absolutamente inhóspita, sólo accesible por mar, prácticamente desconocida. Duro trabajo fue conseguir que la Armada nos llevara; éramos 5 profesores y 90 alumnos. Pero la fidelidad a la palabra poética es “eficaz”.
Las travesías siguientes se fueron atando unas a otras, a partir de esta primera, y su cálculo nos condujo siempre a lugares situados en bordes del Mar Interior, en relaciones peculiares con el Océano Pacífico – el otro gran desconocido.
Así fuimos a Curimahuida (interior de Combarbalá), al Salar de Coipasa (Altiplano), a Huinay (Chiloé Continental) y finalmente, a la Cuenca del Aconcagua.
Obras de Travesías
En cada travesía, como señalamos, se realiza una obra de arquitectura.
Obras que tiene una modalidad propia y que llamamos “obras de abertura”.
Tales obras no nacen de un encargo y un programa externo, cerrado, predeterminado. No se rigen, en este sentido, por los supuestos convenidos del habitar.
Ellas comienzan a formularse dentro del cálculo de la travesía, y luego, en el transcurso de ésta- sus desplazamientos, lugares, circunstancias, gentes, actos poéticos, etc.- se va configurando el encargo definitivo.
Encargo que la obra debe recoger con fidelidad, ya que él contiene, él es, en cierto sentido, la materia bruta que la alquimia debe trasmutar en arquitectura. Las obras son ejecutadas por aquellos que participan en la travesía en un “tempo” que reúne la contemplación y la acción; son –al menos hasta ahora- materialmente leves por la brevedad del tiempo y la limitación de los recursos.
¿Pero porqué la travesía pide que se hagan obras concretas de arquitectura?
Se erigen obras porque la manera real de “dejarnos atravesar” es para nosotros arquitectos, en el ejercicio propio y cabal del oficio. Podemos decir que somos verdaderamente “en obra”.
Es desde la obra que podemos hacernos la incesante y renovada pregunta acerca de nuestra condición de americanos, que Amereida nos plantea y urge. Y en particular en nuestro caso, por su arquitectura.
Las obras de Abertura que se acometen en la exigencia de las travesías, con todo lo que ellas conllevan, nos hacen encontrarnos, si estamos abiertos, con lo más primario y radical del quehacer arquitectónico.
Con las estructuras más profundas de la extensión en acto (o extensión habitándose) vale decir de la posición del hombre en la extensión.
Desciframiento de la Travesía
Una vez realizadas las Travesías, acometidas, vivida la experiencia, nuestra tarea es volvernos hacia las obras y reconocer y descubrir lo que ellas arquitectónicamente nos plantean y señalan.
Preguntarnos por los hechos y los momentos que configuraron el encargo, por la celebración (o Acto) a que la obra da cabida y manifiesta, por el surgimiento de las generatrices del tamaño absoluto, por los materiales empleados y su giro arquitectónico, por la temporalidad y la permanencia de la forma, etc..
Debemos recordar, sin embargo, que toda obra de arte habla cifradamente, y todo artista que se arriesga sabe que él no es protagonista, ni dueño, ni meritorio autor de la obra que realiza.
Pues bien, en las obras de travesía se nos hace dramáticamente patente que el arquitecto es un mero instrumento, un mero eslabón en la cadena originada en el poeta- según el relato de Platón en el dialogo Ion.
Por esto, no resulta nada fácil la tarea de descifrar, “investigar”, lo esencial arquitectónico que se oculta en estas obras de travesía.
Pero llevamos sólo 6 años.
F.C.P.
Enero 90