
Durante el terremoto de 1960, tras recorrer el sur devastado, ante los planes de reconstrucción ya decididos, proponemos estudiar el caso de las iglesias afectadas. Se entrega a los obispos de Chile un informe técnico sobre todas ellas. Sólo el arzobispo de Concepción (Mons. Silva), el obispo de Valdivia (Mons. Santos) y mas tarde la Compañía de Jesús nos encargaron obras.
Este caso: la Iglesia Matríz de Puerto Montt es parroquia pero puede dejar de serlo, es iglesia del convento y del colegio. Iglesia estilo tradicional jesuítico, severamente afectada.
Se pide especialmente un gran ventanal como puerta.
A la destrucción decimos NO.
Se da cabida a la conservación total de su antigua estructura y terminaciones de bóvedas, cielos, ventanas y torre antiguos.
Se renuevan los muros y la fachada (ésta con el ventanal pedido).
No se modificó nada de lo antiguo según versiones modernizadas. Lo antiguo cabe como es.
Lo nuevo se constituyó como superficies, planos que se muestran mediante la diagonal. Con ellos se establece, en relación a lo antiguo, una discontinuidad. La discontinuidad dentro de un espacio encerrado, unitario, en planta de cruz, trae la complejidad que abre la múltiple manera de estar en una iglesia. Los planos construyen otro horizonte luminoso -no naturalístico- con una luz rebotante en la que lo antiguo se sumerge -tal como es- contenido en otra lejanía.
Toda re-construcción es plena arquitectura. Enlaza lo nuevo y lo viejo y, ante el acontecimiento del terremoto, el acto lleva a la forma hasta un “flor de labios”. El arquitecto no permanece mudo. Su trazo fundado en la arquitectura del acto, da lugar y hace la obra.
La obra asume cambios y contradiccioes de cuatro párrocos y dos superiores de orden durante el período constructivo. Ni suspensiones, ni construcciones agregadas por otros, pueden ni deben distorsionar o traicionar el trazo arquitectónico, salvo la destrucción.