Al sobrevenir el terremoto de 1960, la estructura de la iglesia estaba seriamente deteriorada. El mal estado de cubiertas y techumbres había provocado el deterioro de la estructura de madera tradicional en base a pies derechos y soleras, y relleno de piedra cangagüe. También los suelos y cimientos estaban seriamente afectados debido a que bajo ellos afloraba una vertiente. Así, la iglesia ya deteriorada por la humedad y pudrición se deformó grave y global-mente a causa del sismo, destruyéndose también en diversos sectores. Esta iglesia, como muchos templos jesuitas de la época, tenía todos los cielos, bóvedas y columnas, enteramente decorados y pintados. En el estado en que quedó el edificio cabían diversas opciones: echarlo abajo, restaurarlo enteramente, o una invención que recogiendo lo más significativo de la iglesia existente, estableciera un espacio radicalmente nuevo. Los propietarios se deciden por lo último. El proyecto que se concibe mantiene intactos columnas, cielos y bóvedas.
Afirmado este criterio se estudia un reordenamiento de la estructura resistente y constructiva de la iglesia, actuando fundamentalmente a través de tres conjuntos de elementos: la techumbre, las fundaciones, la conexión entre ambas. Para ello se diagonalizó la enmaderación de techumbres convirtiéndola en un plano indeformable; simultáneamente en alguna zonas se cambiaron las pendientes de las cubiertas a fin de dar fluidez a la evacuación de las aguas. Se hacen grandes fundaciones de hormigón calculadas en función de las características específicas de ese terreno. Dichas fundaciones reciben las columnas existentes y doce “castillos” estructurales arriostrantes, construidos con piezas de madera, tensores de acero y nudos de hormigón, similares a los diseñados para la Iglesia de Corral; los cuales se distribuyen por el contorno de la iglesia, salvo dos en los lados del transepto, que aseguran la posición y figura del plano de techumbres.
Juntamente con las fundaciones se construyó un suelo —dren en base a capas de áridos, rematado en un radier. Sobre éste un ensolerado recibe el entablado; entre soleras se ensordina.
Los pisos —excepto el hall de acceso— y todos los muros de contorno son entablados en diagonal, según trazados, ángulos calidades y anchos de maderas largamente estudiados para cada sector en razón de la espacialidad arquitectónica buscada. La faenada de la iglesia sufrió también grandes daños, ya que al estado de pudrición en que se encontraba, se agregó el efecto pendular de la torre en el sismo.
El párroco, por razones de orientación pastoral de ese tiempo, pide que la fachada se constituya en un ventanal que participe a la calle las ^actividades religiosas que tienen lugar en el interior.
Siguiendo con el planteamiento arquitectónico desarrollado en el interior se preserva la torre campanario y se transforma el resto. La concepción arquitectónica de un tránsito de preparación entre la calle y el interior, la fluidez de las necesidades litúrgicas procesionales, el control térmico y acústico, y la búsqueda de una cualidad luminosa general para el templo, dan lugar a la conformación de un complejo hall vidriado y de uso versátil. La incorporación de grandes zonas vidriadas en la parte superior del acceso, condujo a la concepción de un tipo de ventanales flotantes. Estos se superponen al plano exterior de fachada y se fijan por medio de dos pasadores, de modo que la deformación del plano de apoyo no altera la geometría de la ventana. Pese al esfuerzo y dedicación de cuatro años de trabajo, razones ajenas al quehacer arquitectónico impidieron que se lograra plenamente la construcción de la luz global interior.
Ello se debió a que no se realizaron los “difusores” de la fuente luminosa de fachada, lo que unido a la luz difusa de la ventana larga sobre los confesionarios (lado norte) y a las altas ventanas —ranuras horizontales de los paños laterales del fondo, configuraban la totalidad.
Tampoco pudo llevarse a cabo la reubicación de los altares del transepto, ni la colocación del órgano sobre la sacristía.
Fabio Cruz Prieto
Afirmado este criterio se estudia un reordenamiento de la estructura resistente y constructiva de la iglesia, actuando fundamentalmente a través de tres conjuntos de elementos: la techumbre, las fundaciones, la conexión entre ambas. Para ello se diagonalizó la enmaderación de techumbres convirtiéndola en un plano indeformable; simultáneamente en alguna zonas se cambiaron las pendientes de las cubiertas a fin de dar fluidez a la evacuación de las aguas. Se hacen grandes fundaciones de hormigón calculadas en función de las características específicas de ese terreno. Dichas fundaciones reciben las columnas existentes y doce “castillos” estructurales arriostrantes, construidos con piezas de madera, tensores de acero y nudos de hormigón, similares a los diseñados para la Iglesia de Corral; los cuales se distribuyen por el contorno de la iglesia, salvo dos en los lados del transepto, que aseguran la posición y figura del plano de techumbres.
Juntamente con las fundaciones se construyó un suelo —dren en base a capas de áridos, rematado en un radier. Sobre éste un ensolerado recibe el entablado; entre soleras se ensordina.
Los pisos —excepto el hall de acceso— y todos los muros de contorno son entablados en diagonal, según trazados, ángulos calidades y anchos de maderas largamente estudiados para cada sector en razón de la espacialidad arquitectónica buscada. La faenada de la iglesia sufrió también grandes daños, ya que al estado de pudrición en que se encontraba, se agregó el efecto pendular de la torre en el sismo.
El párroco, por razones de orientación pastoral de ese tiempo, pide que la fachada se constituya en un ventanal que participe a la calle las ^actividades religiosas que tienen lugar en el interior.
Siguiendo con el planteamiento arquitectónico desarrollado en el interior se preserva la torre campanario y se transforma el resto. La concepción arquitectónica de un tránsito de preparación entre la calle y el interior, la fluidez de las necesidades litúrgicas procesionales, el control térmico y acústico, y la búsqueda de una cualidad luminosa general para el templo, dan lugar a la conformación de un complejo hall vidriado y de uso versátil. La incorporación de grandes zonas vidriadas en la parte superior del acceso, condujo a la concepción de un tipo de ventanales flotantes. Estos se superponen al plano exterior de fachada y se fijan por medio de dos pasadores, de modo que la deformación del plano de apoyo no altera la geometría de la ventana. Pese al esfuerzo y dedicación de cuatro años de trabajo, razones ajenas al quehacer arquitectónico impidieron que se lograra plenamente la construcción de la luz global interior.
Ello se debió a que no se realizaron los “difusores” de la fuente luminosa de fachada, lo que unido a la luz difusa de la ventana larga sobre los confesionarios (lado norte) y a las altas ventanas —ranuras horizontales de los paños laterales del fondo, configuraban la totalidad.
Tampoco pudo llevarse a cabo la reubicación de los altares del transepto, ni la colocación del órgano sobre la sacristía.
Fabio Cruz Prieto