LO VIEJO Y LO NUEVO
IGLESIA MATRIZ DE LOS JESUITAS - PTO. MONTT
RECHAZO DEL 1er PROYECTO.
EL SÍ DEL RECHAZO
Cuando llegamos a la iglesia de los jesuitas con el proyecto aprobado en Calera de Tango por el provincial, me di cuenta que estábamos fuera de la realidad. Habíamos hecho con Alberto un proyecto de maquette, una obra de cartón que se desvinculaba por completo de lo existente. El “peso” de lo viejo no existía en ella, y para realizarla habría que demoler prácticamente todo lo existente. Y no solo eso. Trabajar con lo existente siguiendo esa maquette, representaría una dificultad casi insuperable.
EL NO DEL RECHAZO
Por fortuna el párroco rechazó el proyecto, pero por razones de familiaridad con lo existente, y no por las que nosotros observábamos. A él le gustaba la arquitectura tradicional, y hubiera querido que la reparación no trascendiera el mero plano de las rectificaciones constructivas. Esta fue una grave discrepancia cuyas consecuencias le observaron después y condujo a modificaciones que él de su propia mano introdujo en las obras al margen de los arquitectos; más tarde tuvo que retirarse de la obra.
EL SÍ DE LA OBRA: LO VIEJO Y LO NUEVO
Pero ese primer rechazo y lo visto en la obra, nos llevó a pensar el proyecto definitivo tratando que lo viejo existiera no solo por la construcción sino por su espacio. No se trataba, como algunos arquitectos creyeron después, de una preservación histórica. No importaba nada esa preservación, máximo que los valores históricos de esa iglesia más bien constituían una pueril bastardización de formas archi gastadas. Lo que interesaba era el vuelco que podía darse a lo viejo con los mínimos medios de lo nuevo y arrojarse al extremo de un espacio de oración nuevo, según lo que teníamos en la mente después de Los Pajaritos, Santa Clara antiguo y Los Benedictinos
EL PROGRAMA DEL PÁRROCO
El párroco había planteado algunas cuestiones prácticas: ampliar la capacidad, tratar de restaurar el gran órgano antiguo, reordenar la confesión que quitaba mucho espacio con sus enormes armatostes adosados a los muros. Quería, además, poner un vía crucis que pretendía comprar en Europa.
SIGNIFICACIÓN DE LA FORMA VIEJA PARA LA LOCALIDAD ¿PROGRAMA?
Pero también había otras cuestiones que no podían asumirse dentro de la obra como meras cuestiones prácticas.
Los jesuitas, actuando de acuerdo a su tradición arquitectónica, tenían una iglesia que pretendía un lujo. Cada centímetro interior estaba pintado y la fachada tenía una clara voluntad de establecer proporciones. Y aunque la factura era una mera aplicación convencional, en Puerto Montt, entre casuchas, ese interior reflejaba un cuidado escogido y excepcional, que había dado su figura y familiaridad a los fieles.
COMO LO VIEJO TIENDE A EXTINGUIRSE: LA CONSTRUCCIÓN
El terremoto, por sí mismo, no se hizo mucho daño a la iglesia. Lo que hizo daño decisivo fue la humedad, La piedra caliza que rellenaba los muros de tabiquería absorbía humedad que mantenía durante meses. Bajo el piso de la iglesia, cosa que nadie sabía, corría un verdadero estero de aguas semi subterráneas que recogían la hoya de la quebrada que ocupa el terreno del colegio. Esto pudrió las bases de mañío de los pilares, y los soportes de pisos. Esa humedad permanente era absorbida por la piedra de relleno y pudrió los gruesos pies derechos de casi todos los muros.
El temblor no hizo pues sino materializar la destrucción previa ocurrida por la humedad. El muro de fachada se desmoronó en gran parte, y todos los muros circundantes, cual más , cual menos, sufrió daños de consideración (...) en la obra gruesa o en las terminaciones de yeso pintado. La estructura en cruz de la disposición de la planta hacía de los muros periféricos el elemento de sustentación del edificio. Ellos absorbieron el choque del sismo y se dañaron. En cambio la estructura central de pilares libres y la bóveda de madera y artesonados que formaban la cubierta, permanecieron sin daños gracias a su flexibilidad y a que la bóveda actuó como un diafragma flexible. Los pilares compuestos de una sola pieza, de 10 o 12 metros de altura, eran grandes secciones de alerce, madera antigua, purísima e incorruptible. La paradoja es que estas columnas, como así mismo los muros, estaban apoyados en estacas y entramados de mañío que es corruptible a la humedad. De modo que se constataron numerosos descensos de nivel, sin desaplome, pero que anunciaban ya el comienzo de un proceso de deformación de la totalidad de la estructura.
EL MARGEN DE SEGURIDAD DE LO NUEVO TIENDE A DESTRUIR LO ANTIGUO
Si bien los lugares de colapso eran visibles a simple vista, los daños provocados por la humedad y el grado de resistencia que podían ostentar los muros en pié era una incógnita a futuro. Había que “destaparlos” para comprobarlos y eso significaba perder en su totalidad las terminaciones pintadas de los muros. Y no solo eso. Nuestra tarea primaria era asegurar que la reparación de la iglesia le daría en el futuro los márgenes de asismicidad que posee cualquier edificio moderno. De modo que detener las causas de la humedad de la madera era una tarea obligada. Y para eso, se constató más tarde, era necesario remover la piedra arenisca que rellenaba la tabiquería en enormes paños a lo largo de todos los muros periféricos. Este aspecto, nuevamente nos obliga a demoler tramos de terminaciones de yeso, aunque hubiesen permanecido intactos, ya que el cálculo no acepta sin inseguridad una excesiva heterogeneidad estructural. Pero de acuerdo al planteamiento de Sergio Rojo, la piedra, al mismo tiempo que era un factor constructivo desfavorable, habría contribuido sin embargo en medida significativa a disipar energías del terremoto. De modo que al sacarla, era necesario replantear el funcionamiento sísmico de toda la estructura en su conjunto, al convertirse ahora en una estructura liviana. La nueva condición hacía participar en esfuerzos de transmisión a numerosos elementos de cubierta que antes solo representaban peso muerto. Esto significaba introducir elementos nuevos y adaptar los antiguos al nuevo comportamiento, el cual -en conjunto- venía a acrecentar el costo de la reparación. Sabíamos que cada m2 de demolición que hiciésemos sería más tarde un m2 que tendríamos que construir nuevo. Y sabíamos también que cada m2 de refuerzo a una estructura concebida para otro funcionamiento, introducía un factor de costo indeterminado dada la heterogeneidad de situaciones constructivas que ofrecía la estructura tradicional.
LO IRREDUCTIBLE DE LO VIEJO: LO INDETERMINADO AMENAZA LO DETERMINADO DE LO NUEVO
Dadas estas condiciones entrevistas en un “diagnóstico” inicial, ¿qué valía más? ¿demolerlo todo o reparar lo existente? La sola medición de estas alternativas, implicaba un costo y un tiempo invaluable, dada la complejidad de situaciones que ofrecía la estructura tradicional. Esto es, el “irreductible” de lo viejo.
La construcción no es una ciencia, Basa sus decisiones en una práctica limitada que ha medido. Pero esa práctica se basa en hábitos, hábitos de levantar edificios nuevos dentro de un modelo uniforme capaz de entregar cifras acumuladas susceptibles de un análisis estadístico. ¿Cuánto se demora un maestro en cubrir un m2 de entablado?¿cuántos maestros se ocupan en cubrir de cerchas un espacio de 100 m2 de superficie? Pero no hay índices de cuanto demora un maestro en sacar un pié derecho podrido conservando y alzaprimando una solera superior que hay que conservar, y colocar un ié derecho nuevo de 4×6”.
Lo indeterminado que se hacía presente en cada aspecto que se creaba, era la condición impuesta por lo viejo dentro de ese intento arquitectónico de trabajar el espacio de lo viejo y lo nuevo en el acto de orar. Por esta razón, cuando se llamó a propuestas a 7 empresas constructoras después de haber elaborado un completísimo juego de planos u especificaciones, ninguna quiso participar porque no se atrevían a aventurar un presupuesto. Solo se logró que tomara la obra Avalos y González, porque uno de los socios había sido alumno de los Jesuitas.
EXPERIENCIA: APROXIMACIÓN DE LO INDETERMINADO A LO DETERMINADO DE LO NUEVO
Sin embargo nosotros habíamos elaborado un presupuesto informativo, porque sin una referencia propia no podríamos controlar el avance. Para eso, avanzamos sobre lo indeterminado proponiéndonos una hipótesis, para lo cual la experiencia de Alberto Vives fue fundamental.
Esa hipótesis arrojó un costo que bien podía compararse al costo de una iglesia nueva pensada como galpón, es decir, enteramente ceñida en sus posibilidades de forma a un producto vendido. ¿pero cuanto vale en dinero, para una iglesia, el gran desarrollo del espacio que ofrecía lo existente? Por otra parte, ¿qué significaba para los fieles y los sacerdotes la familiaridad con el templo? ¿Es un valor litúrgico o pastoral la familiaridad cuando ella está establecida? En el acto de orar, en plena modernidad, es la familiaridad que ya existe, o sea otro ángulo de la cuestión – la figuración del lugar de oración, una cuestión importante para el acto de orar? ¿Dónde se ubica dentro del arrojo, la audacia, el ánimo de “re-originación” de lo moderno ese dolor que se siente al perder la propia casa de la infancia? ¿Son éstas, meras nostalgias que solo revisten por fuera lo oculto de la vida ciudadana, impidiendo que la arquitectura llegue al acto en una invención más universal?
Al entrar por primera vez a esa iglesia de los Jesuitas, observé que, más bien que entrar a una luz, encontraba a una “sombra construida”, algo así como “entrar en las sombras”. Solo así se entiende la magnitud del dorado del altar que levanta un muro de dorados recovequeados en el fondo, Pero esta iglesia, aunque era dirigida por su plan basilical, tiene un ancho fuerte y lugares dispersos que. Ocultos en lo sombrío, permitía estar de una manera libre y múltiple. No creo que los constructores de columnas forradas en enormes cilindros de tabla imitando piedra mármol, y los fabricantes de artesonados nostálgicos de grandes pintores del renacimiento, pensaron alguna vez en la libre disponibilidad del espacio de oración. Pero eso estaba allí, a la luz de Santa Clara y tantas iglesias observadas con Alberto, a la espera de ser. ¿Porqué plantear lo moderno o lo antiguo – que no es lo viejo y lo nuevo – si la idea del templo y su acto es visto allí, en potencia, y la traemos nosotros, modernos, de antemano?
Una vez, entramos con Alberto ala iglesia de Santo Domingo, en Santiago, cuando salimos a observar. Los santos de las devociones se apiñaban como mendigos amados y apreciados aprovechando todas las casualidades. Los yesos del entusiasmo litúrgico y devocional habían recubierto el purismo original del templo, y esa hora, fuera de las horas litúrgicas, reunía a todos los que desean un lazo con lo absoluto aunque la propia vida sea mísera y vulgar. A su propia medida. Todos esos agregados que da el uso, más allá de lo que la inteligencia trae más acá, se hacían presentes allí para dar testimonio de esa parte de lo religioso que es innombrable e inasible. ¿Dónde está el acto de culto hoy? La forma.
IGLESIA MATRIZ DE LOS JESUITAS - PTO. MONTT
RECHAZO DEL 1er PROYECTO.
EL SÍ DEL RECHAZO
Cuando llegamos a la iglesia de los jesuitas con el proyecto aprobado en Calera de Tango por el provincial, me di cuenta que estábamos fuera de la realidad. Habíamos hecho con Alberto un proyecto de maquette, una obra de cartón que se desvinculaba por completo de lo existente. El “peso” de lo viejo no existía en ella, y para realizarla habría que demoler prácticamente todo lo existente. Y no solo eso. Trabajar con lo existente siguiendo esa maquette, representaría una dificultad casi insuperable.
EL NO DEL RECHAZO
Por fortuna el párroco rechazó el proyecto, pero por razones de familiaridad con lo existente, y no por las que nosotros observábamos. A él le gustaba la arquitectura tradicional, y hubiera querido que la reparación no trascendiera el mero plano de las rectificaciones constructivas. Esta fue una grave discrepancia cuyas consecuencias le observaron después y condujo a modificaciones que él de su propia mano introdujo en las obras al margen de los arquitectos; más tarde tuvo que retirarse de la obra.
EL SÍ DE LA OBRA: LO VIEJO Y LO NUEVO
Pero ese primer rechazo y lo visto en la obra, nos llevó a pensar el proyecto definitivo tratando que lo viejo existiera no solo por la construcción sino por su espacio. No se trataba, como algunos arquitectos creyeron después, de una preservación histórica. No importaba nada esa preservación, máximo que los valores históricos de esa iglesia más bien constituían una pueril bastardización de formas archi gastadas. Lo que interesaba era el vuelco que podía darse a lo viejo con los mínimos medios de lo nuevo y arrojarse al extremo de un espacio de oración nuevo, según lo que teníamos en la mente después de Los Pajaritos, Santa Clara antiguo y Los Benedictinos
EL PROGRAMA DEL PÁRROCO
El párroco había planteado algunas cuestiones prácticas: ampliar la capacidad, tratar de restaurar el gran órgano antiguo, reordenar la confesión que quitaba mucho espacio con sus enormes armatostes adosados a los muros. Quería, además, poner un vía crucis que pretendía comprar en Europa.
SIGNIFICACIÓN DE LA FORMA VIEJA PARA LA LOCALIDAD ¿PROGRAMA?
Pero también había otras cuestiones que no podían asumirse dentro de la obra como meras cuestiones prácticas.
Los jesuitas, actuando de acuerdo a su tradición arquitectónica, tenían una iglesia que pretendía un lujo. Cada centímetro interior estaba pintado y la fachada tenía una clara voluntad de establecer proporciones. Y aunque la factura era una mera aplicación convencional, en Puerto Montt, entre casuchas, ese interior reflejaba un cuidado escogido y excepcional, que había dado su figura y familiaridad a los fieles.
COMO LO VIEJO TIENDE A EXTINGUIRSE: LA CONSTRUCCIÓN
El terremoto, por sí mismo, no se hizo mucho daño a la iglesia. Lo que hizo daño decisivo fue la humedad, La piedra caliza que rellenaba los muros de tabiquería absorbía humedad que mantenía durante meses. Bajo el piso de la iglesia, cosa que nadie sabía, corría un verdadero estero de aguas semi subterráneas que recogían la hoya de la quebrada que ocupa el terreno del colegio. Esto pudrió las bases de mañío de los pilares, y los soportes de pisos. Esa humedad permanente era absorbida por la piedra de relleno y pudrió los gruesos pies derechos de casi todos los muros.
El temblor no hizo pues sino materializar la destrucción previa ocurrida por la humedad. El muro de fachada se desmoronó en gran parte, y todos los muros circundantes, cual más , cual menos, sufrió daños de consideración (...) en la obra gruesa o en las terminaciones de yeso pintado. La estructura en cruz de la disposición de la planta hacía de los muros periféricos el elemento de sustentación del edificio. Ellos absorbieron el choque del sismo y se dañaron. En cambio la estructura central de pilares libres y la bóveda de madera y artesonados que formaban la cubierta, permanecieron sin daños gracias a su flexibilidad y a que la bóveda actuó como un diafragma flexible. Los pilares compuestos de una sola pieza, de 10 o 12 metros de altura, eran grandes secciones de alerce, madera antigua, purísima e incorruptible. La paradoja es que estas columnas, como así mismo los muros, estaban apoyados en estacas y entramados de mañío que es corruptible a la humedad. De modo que se constataron numerosos descensos de nivel, sin desaplome, pero que anunciaban ya el comienzo de un proceso de deformación de la totalidad de la estructura.
EL MARGEN DE SEGURIDAD DE LO NUEVO TIENDE A DESTRUIR LO ANTIGUO
Si bien los lugares de colapso eran visibles a simple vista, los daños provocados por la humedad y el grado de resistencia que podían ostentar los muros en pié era una incógnita a futuro. Había que “destaparlos” para comprobarlos y eso significaba perder en su totalidad las terminaciones pintadas de los muros. Y no solo eso. Nuestra tarea primaria era asegurar que la reparación de la iglesia le daría en el futuro los márgenes de asismicidad que posee cualquier edificio moderno. De modo que detener las causas de la humedad de la madera era una tarea obligada. Y para eso, se constató más tarde, era necesario remover la piedra arenisca que rellenaba la tabiquería en enormes paños a lo largo de todos los muros periféricos. Este aspecto, nuevamente nos obliga a demoler tramos de terminaciones de yeso, aunque hubiesen permanecido intactos, ya que el cálculo no acepta sin inseguridad una excesiva heterogeneidad estructural. Pero de acuerdo al planteamiento de Sergio Rojo, la piedra, al mismo tiempo que era un factor constructivo desfavorable, habría contribuido sin embargo en medida significativa a disipar energías del terremoto. De modo que al sacarla, era necesario replantear el funcionamiento sísmico de toda la estructura en su conjunto, al convertirse ahora en una estructura liviana. La nueva condición hacía participar en esfuerzos de transmisión a numerosos elementos de cubierta que antes solo representaban peso muerto. Esto significaba introducir elementos nuevos y adaptar los antiguos al nuevo comportamiento, el cual -en conjunto- venía a acrecentar el costo de la reparación. Sabíamos que cada m2 de demolición que hiciésemos sería más tarde un m2 que tendríamos que construir nuevo. Y sabíamos también que cada m2 de refuerzo a una estructura concebida para otro funcionamiento, introducía un factor de costo indeterminado dada la heterogeneidad de situaciones constructivas que ofrecía la estructura tradicional.
LO IRREDUCTIBLE DE LO VIEJO: LO INDETERMINADO AMENAZA LO DETERMINADO DE LO NUEVO
Dadas estas condiciones entrevistas en un “diagnóstico” inicial, ¿qué valía más? ¿demolerlo todo o reparar lo existente? La sola medición de estas alternativas, implicaba un costo y un tiempo invaluable, dada la complejidad de situaciones que ofrecía la estructura tradicional. Esto es, el “irreductible” de lo viejo.
La construcción no es una ciencia, Basa sus decisiones en una práctica limitada que ha medido. Pero esa práctica se basa en hábitos, hábitos de levantar edificios nuevos dentro de un modelo uniforme capaz de entregar cifras acumuladas susceptibles de un análisis estadístico. ¿Cuánto se demora un maestro en cubrir un m2 de entablado?¿cuántos maestros se ocupan en cubrir de cerchas un espacio de 100 m2 de superficie? Pero no hay índices de cuanto demora un maestro en sacar un pié derecho podrido conservando y alzaprimando una solera superior que hay que conservar, y colocar un ié derecho nuevo de 4×6”.
Lo indeterminado que se hacía presente en cada aspecto que se creaba, era la condición impuesta por lo viejo dentro de ese intento arquitectónico de trabajar el espacio de lo viejo y lo nuevo en el acto de orar. Por esta razón, cuando se llamó a propuestas a 7 empresas constructoras después de haber elaborado un completísimo juego de planos u especificaciones, ninguna quiso participar porque no se atrevían a aventurar un presupuesto. Solo se logró que tomara la obra Avalos y González, porque uno de los socios había sido alumno de los Jesuitas.
EXPERIENCIA: APROXIMACIÓN DE LO INDETERMINADO A LO DETERMINADO DE LO NUEVO
Sin embargo nosotros habíamos elaborado un presupuesto informativo, porque sin una referencia propia no podríamos controlar el avance. Para eso, avanzamos sobre lo indeterminado proponiéndonos una hipótesis, para lo cual la experiencia de Alberto Vives fue fundamental.
Esa hipótesis arrojó un costo que bien podía compararse al costo de una iglesia nueva pensada como galpón, es decir, enteramente ceñida en sus posibilidades de forma a un producto vendido. ¿pero cuanto vale en dinero, para una iglesia, el gran desarrollo del espacio que ofrecía lo existente? Por otra parte, ¿qué significaba para los fieles y los sacerdotes la familiaridad con el templo? ¿Es un valor litúrgico o pastoral la familiaridad cuando ella está establecida? En el acto de orar, en plena modernidad, es la familiaridad que ya existe, o sea otro ángulo de la cuestión – la figuración del lugar de oración, una cuestión importante para el acto de orar? ¿Dónde se ubica dentro del arrojo, la audacia, el ánimo de “re-originación” de lo moderno ese dolor que se siente al perder la propia casa de la infancia? ¿Son éstas, meras nostalgias que solo revisten por fuera lo oculto de la vida ciudadana, impidiendo que la arquitectura llegue al acto en una invención más universal?
Al entrar por primera vez a esa iglesia de los Jesuitas, observé que, más bien que entrar a una luz, encontraba a una “sombra construida”, algo así como “entrar en las sombras”. Solo así se entiende la magnitud del dorado del altar que levanta un muro de dorados recovequeados en el fondo, Pero esta iglesia, aunque era dirigida por su plan basilical, tiene un ancho fuerte y lugares dispersos que. Ocultos en lo sombrío, permitía estar de una manera libre y múltiple. No creo que los constructores de columnas forradas en enormes cilindros de tabla imitando piedra mármol, y los fabricantes de artesonados nostálgicos de grandes pintores del renacimiento, pensaron alguna vez en la libre disponibilidad del espacio de oración. Pero eso estaba allí, a la luz de Santa Clara y tantas iglesias observadas con Alberto, a la espera de ser. ¿Porqué plantear lo moderno o lo antiguo – que no es lo viejo y lo nuevo – si la idea del templo y su acto es visto allí, en potencia, y la traemos nosotros, modernos, de antemano?
Una vez, entramos con Alberto ala iglesia de Santo Domingo, en Santiago, cuando salimos a observar. Los santos de las devociones se apiñaban como mendigos amados y apreciados aprovechando todas las casualidades. Los yesos del entusiasmo litúrgico y devocional habían recubierto el purismo original del templo, y esa hora, fuera de las horas litúrgicas, reunía a todos los que desean un lazo con lo absoluto aunque la propia vida sea mísera y vulgar. A su propia medida. Todos esos agregados que da el uso, más allá de lo que la inteligencia trae más acá, se hacían presentes allí para dar testimonio de esa parte de lo religioso que es innombrable e inasible. ¿Dónde está el acto de culto hoy? La forma.