IGLESIA MATRIZ DE LOS JESUITAS - PTO. MONTT
La obra de la Iglesia de los Jesuitas de puerto Montt ha tenido dos periodos. Uno, de la interpretación, de un primer sacerdote a cargo, más cerca de las tradiciones de las Iglesias jesuíticas locales; otro de la interpretación, de un segundo sacerdote, cercano a esa misma tradición pero más próximo a lo moderno.
Desde el punto de vista del primero, lo hecho en su ausencia (por un viaje a Europa) no le pertenece.
El ya no quiere entrar a la iglesia.
Desde el punto de vista del segundo, lo nuevo nunca conciliará con lo viejo, la iglesia no pertenece a nadie ahora.
Es lógico que yo mismo, más bien nosotros, los arquitectos, terminemos siendo quienes dicen que todo les pertenece.
Al pueblo tampoco le gustará.
Unos, porque nos es igual a lo antiguo, esos serán los más.
Otros, porque se ha hecho reparación y no iglesia nueva, que era más barato y mejor.
Yo me explico que esto pase, no por un escepticismo, sino porque el hacer la iglesia, su forma, es un acto en el fondo religioso, que debe tener una consecuencia en los fieles.
La razón de hacer algo más hondo, más unido a la oración, a una realidad intima, tiene que ver con todo esto.
Una forma, un programa, unos medios, algo que interprete, siempre va a ser un golpe, un cambio, un balance para quienes vivían en un régimen aparentemente permanente.
Nadie, o pocos, desean un balance, que obliga a sacar cuentas, ya mirar “lo que viene” con libertad, que obliga a desprenderse de la seguridad garantida de lo permanente.
Esta iglesia va a alejar a muchos fieles, y va a desesperar a los sacerdotes a la vista de este alejamiento.
Ellos, han recibido también su cuota de balance, no venido por mi, sino por el azar que viene del cielo, y que se materializó en el terremoto, ellos nos llamaron, y ahora tienen su precio.
¿Cuánto de instinto, cuánto de reflexión, cuánto de irresponsabilidad, cuánto de providencia en este llamado?
Yo he actuado, o tratado de actuar Con reflexión, y con lealtad.
¿Cuánto es de ellos esta lealtad? ¿Cuánto la hacen suya?
Yo sé que esta iglesia será buena solo para algunos.
No sé si para ellos, los sacerdotes.
No sé si aquí, al hacer estas pequeñas, leves formas, ya haya una violencia de una evolución que viene de otra parte, y que toca la serena, pueblerina y armónica tranquilidad de Puerto Montt, que recibe por primera vez en su corazón tradicional, el preludio de algo que ya llega, y que se nos escapa en su objetivo a todos.
Todas las iglesias han sido de ideas
De ideas de fieles y párrocos.
De Ideas que separan a los que quieren ya los que no quieren. Esta es una iglesia, de complejidad, de ambigüedad, de una idea que por una parte se escapa y por otra permanece.
Sólo algunos, nuevos ¿cuándo?, la harán suya.
Yo espero esto, aunque sé, que de ocurrir así, lo será por lo inconsciente, no por lo consciente.
La obra de la Iglesia de los Jesuitas de puerto Montt ha tenido dos periodos. Uno, de la interpretación, de un primer sacerdote a cargo, más cerca de las tradiciones de las Iglesias jesuíticas locales; otro de la interpretación, de un segundo sacerdote, cercano a esa misma tradición pero más próximo a lo moderno.
Desde el punto de vista del primero, lo hecho en su ausencia (por un viaje a Europa) no le pertenece.
El ya no quiere entrar a la iglesia.
Desde el punto de vista del segundo, lo nuevo nunca conciliará con lo viejo, la iglesia no pertenece a nadie ahora.
Es lógico que yo mismo, más bien nosotros, los arquitectos, terminemos siendo quienes dicen que todo les pertenece.
Al pueblo tampoco le gustará.
Unos, porque nos es igual a lo antiguo, esos serán los más.
Otros, porque se ha hecho reparación y no iglesia nueva, que era más barato y mejor.
Yo me explico que esto pase, no por un escepticismo, sino porque el hacer la iglesia, su forma, es un acto en el fondo religioso, que debe tener una consecuencia en los fieles.
La razón de hacer algo más hondo, más unido a la oración, a una realidad intima, tiene que ver con todo esto.
Una forma, un programa, unos medios, algo que interprete, siempre va a ser un golpe, un cambio, un balance para quienes vivían en un régimen aparentemente permanente.
Nadie, o pocos, desean un balance, que obliga a sacar cuentas, ya mirar “lo que viene” con libertad, que obliga a desprenderse de la seguridad garantida de lo permanente.
Esta iglesia va a alejar a muchos fieles, y va a desesperar a los sacerdotes a la vista de este alejamiento.
Ellos, han recibido también su cuota de balance, no venido por mi, sino por el azar que viene del cielo, y que se materializó en el terremoto, ellos nos llamaron, y ahora tienen su precio.
¿Cuánto de instinto, cuánto de reflexión, cuánto de irresponsabilidad, cuánto de providencia en este llamado?
Yo he actuado, o tratado de actuar Con reflexión, y con lealtad.
¿Cuánto es de ellos esta lealtad? ¿Cuánto la hacen suya?
Yo sé que esta iglesia será buena solo para algunos.
No sé si para ellos, los sacerdotes.
No sé si aquí, al hacer estas pequeñas, leves formas, ya haya una violencia de una evolución que viene de otra parte, y que toca la serena, pueblerina y armónica tranquilidad de Puerto Montt, que recibe por primera vez en su corazón tradicional, el preludio de algo que ya llega, y que se nos escapa en su objetivo a todos.
Todas las iglesias han sido de ideas
De ideas de fieles y párrocos.
De Ideas que separan a los que quieren ya los que no quieren. Esta es una iglesia, de complejidad, de ambigüedad, de una idea que por una parte se escapa y por otra permanece.
Sólo algunos, nuevos ¿cuándo?, la harán suya.
Yo espero esto, aunque sé, que de ocurrir así, lo será por lo inconsciente, no por lo consciente.