El presente trabajo esta hecho con el trasfondo de una idea, esta es que el acto ciudadano capaz de revelar un destino, se oculta en lo que sobra, en el residuo, lo cual sería una forma de presencia en ausencia.
Así habría ocurrido en la Avenida del Mar, en el Estero y ahora en Quillota.
“
AL observar Quillota, surge de inmediato la presencia de una doble relación en su arquitectura: por una parte, la relación temporal de un orden urbanístico antiguo que se enfrenta a un orden actual; por otra, la relación espacial de un orden ciudadano que se enfrenta o vincula a un orden del campo.
Quillota mantiene aún vigente aspectos fundamentales del orden antiguo, y hay a la vez magnitudes nuevas que trae lo actual. La incidencia de esta nueva magnitud sobre lo antiguo afecta, al parecer, todas las relaciones internas y externas de la vida ciudadana.
Sin embargo, por fuerte que sea esa incidencia, es aún una fuerza incapaz de hacer de Quillota una ciudad toda nueva: La ciudad vive pues un cambio de magnitudes, en la convivencia de los viejo y lo nuevo.
Si Quillota fuera una ciudad implantada en el desierto o al borde del mar, probablemente su orden urbano, su forma de ciudad, se enfrentaría a un vacío o a un ámbito adverso a la vida, de donde ella, como ciudad, obtendría su fuente para encontrar una forma arquitectónica de subsistencia y trascendencia. Sin embargo, no es éste el caso de Quillota, y bien podría pensarse que ella está en la situación inversa.
Quillota vive una medianía, medianía de ubicación entre el borde oceánico y el interior de Chile; medianía también en un valle transversal que se intercala entre el norte cálido y el centro templado. Pero tampoco Quillota es el cruce entre las rutas continentales, norte-sur y este-oeste que corresponden al valle. Ese cruce lo ocupa Calera, y nuevamente Quillota es una medianía entre las rutas y el mar, formando parte de un rosario de pueblos y ciudades en una línea. Pero Quillota encuentra en esa medianía el esbozo de un destino ciudadano, porque es tan favorable a la vida lo particular de su lugar, y tan perfecta la medianía de equilibrio entre el clima, los cerros, la tierra y el agua, que no sólo el campo se ofrece como uno de los lugares más señalados de Chile para la producción agrícola, sino que aún los viejos y los que están cansados de una vida de trabajo, quieran venir a vivir aquí o a morir, en esa medianía que facilita la existencia.
Todo el valle, pues, es habitable y hospitalario y casi no se sabe qué de nuevo puede aportar la ciudad a esa habitabilidad natural. Por eso Quillota no surge de un golpe que afirme una supervivencia, si no que la ciudad como tal, sólo se funda más tarde, a partir de un requerimiento de vida mucho más abstracto, esto es, un intento de vida ciudadana.
Esta vida ciudadana trasciende al mero “estar de trabajo” agrícola y, aunque se vincula a ésta de una manera variable en lo antiguo y lo nuevo, de suyo se distingue y se enfrenta a él en una suerte de oposición.

Se observa que,
el Cerro Mayaca es hoy día un hito natural aislado que emerge sobre el urbanismo plano de la ciudad y sobre el fondo plano del valle, identificando la existencia de Quillota desde la lejanía.
Tal como lo hace el cerro Santa Lucía en Santiago, el Cerro Mayaca quiebra aquí también el curso del río, pero no lo separa en dos brazos, sino que lo desvía manteniendo el lecho pegado a uno de los costados del Valle.
• Es el efecto del Cerro sobre el río, el que permite la amplitud, sin interrupciones, de la superficie plana.
Todos los valles vecinos están fraccionados por el río y la topografía. De modo que el río, el cerro Mayaca y esta superficie continua, son tres “elementos naturales“ claves en la configuración de los particular del lugar.
Y el Cerro subyace como causa de ese orden natural.
• El clima general de esa latitud y ubicación próxima al océano, es modificado por los cerros circundantes que encierran un interior natural.
De esa complementación resulta una alta humedad del aire, temperaturas templadas y sin heladas y una ordenada distribución de las estaciones.
Los cerros circundantes y el clima son pues también dos nuevos “elementos naturales” esenciales de lo particular del lugar.
• Pero, con todo, ésta no es una zona de mera recolección de una vegetación natural. Es necesaria la obra artificial de regar.
El ciclo del riego comienza en el río, sigue en el canal, continúa hacia una napa subterránea de agua a la cual accede el agua de riego después de empapar adecuadamente la tierra, y termina nuevamente en el río.
La perfección de este ciclo que se aviene a la obra artificial, es un factor vital de lo particular del lugar.
• La exuberancia del árbol y las especies traídas aquí por la obra artificial, es el resultado de una ecuación que ata a todos los elementos naturales del valle. Ellos, los árboles, son el resumen y la manifestación visible de ese equilibrio natural invisible, único y particular del lugar.
Por eso, ellos son los que detectan y señalan un primer rasgo del orden del campo -que se enfrenta a la ciudad-, esto es, las tres calidades de la superficie del valle, y por su esplendor se convierten en un “elemento” natural del orden artificial, tanto de la ciudad como del campo.
Se observa que,
La ocupación de la superficie plana del valle se realiza al principio como un mero “estar del trabajo” y no como ciudad. Se definen cuatro fases que hemos denominado:
1. Fase Aborigen
2. Fase Incaica
3. Fase de la Conquista
4. Fase de las Iglesias
Fase Aborigen:
Detecta la potencialidad agrícola del valle. Se refiere a la ocupación de nativos, probablemente Picunches, que practicaron del el siglos XIII o XIV la agricultura y la ganadería con métodos rudimentarios y conocían el riego artificial.
No sabemos con seguridad cómo ocuparon el valle, ya que según algunos autores (Zapater) los Picunches no residían en pueblos, sino que cada uno tenía su rancho donde mejor le parecía para su sementera. Sólo cierto día convenido se juntaban en un lugar previamente elegido.
Fase Incaica:
El cerro Mayaca define un lugar; se forma una “galería” y un centro en el extremo sur. Se refiere a la ocupación de los Incas desde 1490 al establecerse una colonia de “Mitimaes”, cuya finalidad era afianzar el dominio enseñando las costumbres y la lengua del Cuzco y propagar sus métodos agrícolas e industriales.
Probablemente, dos factores intervinieron para definir el lugar de la nueva instalación, dentro de la superficie del valle: uno, el Cerro Mayaca, ocupado por un pucará de defensa, que resulta ser prioritario por ser único; otro, la facilidad de riego que aporta la proximidad del río.
Es probable que sea la “Mitima” incaica -que trae una técnica agrícola evolucionada y una larga tradición sedentaria- la que establezca la primera “calle larga”, esto es, un tipo de instalación que llamaremos “galería” (asimilándolo al nombre geográfico que designa al bosque extendido linealmente al borde de un río). Son huertos cuyas casas se alinean a lo largo del camino incaico.
Aunque la “galería” incaica incluye, además de la guarnición militar, una “kancha” o plaza que hace de centro en su extremo sur y cuenta con un establecimiento imperial de fundición del oro de Marga-Marga, no era sin embargo una “ciudad”, la cual entre los incas tenía una traza distinta y definida.
Sin contar con documentación alguna, vamos a suponer que la “galería” se extendió dos leguas y media, dimensión común en algunas instalaciones indígenas del norte.
Fase Conquista
Se refiere a la primera ocupación española desde 1541.
El cerro Mayaca comienza a ser abandonado; pierde su carácter defensivo y probablemente se mantiene solo como atalaya.
Pero al ocupar los españoles la instalación incaica y no fundar en otra localidad, el cerro Mayaca se transforma en el hito que marcará definitivamente la ubicación de Quillota. (una forma inamovible).
Pedro de Valdivia levanta en el centro de la “galería” una ciudad defensiva de adobón y palizada, lo cual probablemente desplaza hacia ese punto el centro de la instalación, reforzándose más tarde con una capilla para adoctrinar indios, que permanece hasta 1609.
No se ha estudiado la forma de trasferencia de propiedad y la nueva organización española del trabajo y la administración, pero podría suponerse que:
a) La instalación sigue como un mero “estar de trabajo” local.
b) Aparece por primera vez una división de la superficie con propiedades individuales fijas, las cuales talvez no interrumpen aún la posibilidad de continuidad de la superficie al tránsito.
Probablemente aquí se consolidan definitivamente las diferencias de tamaño de las propiedades: pequeñas y de cultivo más intensivo (riego) en la “galería”; grandes y menos intensivos en el resto del valle.
c) El “capital” más valiosos de la región es la mano de obra.
Habría que estudiar si este aspecto no produce desde ya una división social entre propietarios de la galería y el resto de la superficie, ya que el español no trabaja. Adicionalmente, aparecen en la superficie del valle pueblos destinados a reducciones de indios, urbanísticamente dependientes de la “galería” y sendas de tránsito continuo a pié, caballo y carretas.
d) La atención de la descarga de barcos en Valparaíso que es sólo un atracadero; el suministro de mano de obra para las minas de Marga-Marga; el suministro de alimentos para las mismas, esbozarían un carácter de “cabecera de región” tendida hacia el mar, que vendría a agregarse al “estar de trabajo” local de la “galería”.
Fase de las Iglesias
Se refiere a la llegada de las órdenes religiosas al lugar, a comienzos del siglo XVII. Ello significa la instalación del templo, preámbulo de la ciudad en aquella época y, en cierto modo, foco de vida ciudadana.
Un convento Franciscano se instala en el extremo sur de la “galería”, cuyo terreno cuadrado de 10 cuadras de extensión tapa la boca de la calle larga. En el otro extremo, se instala un pequeño convento de Jesuitas y el lugar pasa a denominarse “La Cruz”.
La llegada de ordenes religiosas tiene gran importancia. Además de la formalidad del culto y la actividad religiosa general, los Jesuitas, por ejemplo, aportan una formación intelectual, la enseñanza de oficios y normas de buena administración agrícola.
La “galería”, pues, se transforma en su estructura urbanística: ha desaparecido -probablemente desde varias décadas antes- el antiguo centro al medio, y aparecen dos centros, siendo el de los Franciscanos el más poderoso.
No se ha estudiado el desarrollo de la región en esa época, pero podría suponerse lo siguiente:
a) La instalación sigue siendo un “estar del trabajo” agrícola.
b) La época se caracteriza por una economía de subsistencia, con poca importancia del comercio.
Pero Quillota, en su vinculación con el mar, se desarrolla una artesanía de elementos náuticos y los fundos plantan cáñamo con el que se fabrican sogas. Eso se exporta al Perú.
Hay seguramente una guarnición militar destinada a apoyar a Valparaíso contra los ataques de los piratas. El mar es un elemento negativo: no es una posibilidad de salida sino de entrada, dominada por los enemigos.
Comienza a consolidarse, pues, la función de cabecera de región.
c) La población agrícola del valle alcanza la más alta densidad en toda el área del país que preside Santiago, lo cual es una de las principales motivaciones para la llegada de las ordenes religiosas.
Cabe suponer que -aparte de la galería- hay una marcada dispersión de propietarios. El orden del campo se refuerza con la casa de campo que asume numerosas funciones que garantizan su autonomía.
d) El Cerro Mayaca debe ser ya un cerro inútil.
e) Tanto el gobierno central como los vecinos, piensan en la conveniencia de fundar una ciudad.
Se observa que con la fundación de Quillota se abre una nueva etapa de confrontación y relación entre un orden ciudadano y un orden del campo. A lo que había sido hasta entonces un exclusivo “estar de trabajo” local, viene a agregase una traza urbana, es decir, un intento de vida ciudadana.
Probablemente la “galería” mantiene su función, pero esta vez, adherida a una ciudad, que más tarde pasará a ser su refugio.
Fundación de Quillota: La fuerza y magnitud del orden ciudadano.
• La fundación de Quillota se lleva a cabo en 1717, formando parte tal vez de un movimiento de ciudades que abarcó gran parte de Chile central durante el siglo XVIII, promovido por la corona (#). (una voluntad; no una necesidad). Pero en parte también, al parecer, la ciudad surge del requerimiento regional,
• Conforme a las normas de la época, la ciudad se concibe en una traza de manzanas sobre un terreno plano, donde hay un punto; un vacío: la plaza de armas, que configura lo público, regular y excepcional de la ciudad. Allí se crea la distancia -única en el conjunto- que otorga presencia arquitectónica a todas las instituciones, cada una con su edificio, en una simetría de enfrentamientos de fachada . Allí se agrupan también los vecinos connotados, porque tienen una gravitación pública y aportan dignidad y nobleza a la ciudad. Cada cosa tiene su convención de lugar.
• La traza urbana es una geometría que emerge de la experiencia de siglos de vida urbana. Ella regla y sitúa la vida en todas sus escalas, desde el interior privado al exterior común y público. Y aunque aquella geometría es una abstracción que se funda en lo particular de un estilo de vida, la potencia de esa abstracción permite a aquella geometría, aparentemente rígida y simple, admitir una gran flexibilidad a la arquitectura de la ciudad.
• De modo que quien no se incluye en las convenciones de esa traza, se aparta de la participación de la vida ciudadana de la época.
Por esta razón, se explica en Quillota el traslado de los Jesuitas desde La Cruz a la nueva plaza; y que los Franciscanos dividan su terreno que han mantenido integro durante casi 100 años de vida campesina, para dejar su templo, su convento y su plaza integrados al orden ciudadano.
Tan conciente es la fuerza de esta convención durante esa época, que en numerosas fundaciones del sur, durante el siglo XVIII, los terratenientes -cuyo dominio de verdaderos señores feudales en la dispersión de los campos es visto como un “caos”- son obligados a levantar residencias en las nuevas ciudades, con el fin de ceñirlos al imperio de lo público.
No sabemos si en Quillota haya sucedido voluntaria o involuntariamente una situación similar. Pero las crónicas indican que familias connotadas de la región, que también lo son a escala del país, levantan sus mansiones en Quillota.
• Esto marca una poderosa relación directa entre la ciudad y el campo, que se prolonga al parecer, durante más de 100 años. La razón parece residir en lo que hemos llamado la “magnitud” de la época, medida por una mayor fuerza o vigencia del “estar” sobre el “ir”, de modo que el “ir” no es sino una sucesión de estares.
Ello se proyecta a que las relaciones locales son muchísimo más fuerte que las que se establecen entre las diferentes regiones y sus respectivas ciudades. Así, de acuerdo a las crónicas de viajeros de la época, entre región y región, y ciudad y ciudad, se produce e veces amplias extensiones de “tierras de nadie”, y la ciudad se define por el tiempo local.
De paso, y por la misma razón, la ciudad nueva adquiere la primicia institucional, administrativa y militar sobre la región del mar, algunos de cuyo aspectos se conservan hasta hoy día.
• La elección del lugar de la nueva ciudad, parece definirse en cuatro consideraciones:
1. El Río
Cualquiera ubicación alejada del río, hay que descartarla debido al requerimiento del agua para las manzanas.
2. Lo ya construido
Dentro de la coordenada del río, evidentemente no convenía destruir la “galería” que ofrecía alta densidad y suplantarla por la ciudad, rompiendo al mismo tiempo la organización de trabajo existente. La ciudad se piensa completando la instalación existente.
3. El Cerro Mayaca, centro de concurrencia.
Dentro de la coordenada del río, si la nueva ciudad se ubicara, sea en la posición de la actual Calera, La Cruz o San Pedro, resultaría descentrada respecto al valle.
Por un antiguo origen, el cerro Mayaca era el punto de concurrencia del camino Santiago – Valparaíso; la ” galería ”; la ruta transversal a boco y la Palma (este último, tal vez, el de mayor importancia regional); y el lugar de un centro: el templo de San Francisco .
4. El modo de instalar la ciudad.
A diferencia de Pedro de Valdivia que estaba en situación, diríamos, originaria, aquí el terreno hay que comprarlo y “componer” el cuerpo de la ciudad:
a) El Rey (junta de poblaciones) adquiere el Sector 1 a Alonso Pizarro.
b) Los Franciscanos dividen su propiedad, Sector 2 y venden a censo las manzanas resultantes, reservándose la del convento y la plazuela.
c) Francisco Gallardo vende más tarde el Sector 3 al vecindario.
Se observa en la ciudad actual, la agricultura del orden antiguo y el nuevo.
1. Se observan 3 sistemas de traza:
a) La manzana española, con unidad de medida dada por la cuadra = 120mts. apoyado en la vía.
b) Las “galerías”, casas que siguen el camino y tiene arboledas detrás.
No tienen unidad de medida. Se prolongan indefinidamente, según el origen y destino del curso “natural” del camino. Se desprenden aproximadamente de los cuatro costados de la traza española, en las direcciones de los caminos.
c) Las “poblaciones”, cuya unidad de medida es la “casa tipo”; la vía no es unidad de medida. La base de esta traza es la serie.
No hay concepto de “calle”; hay “circulación”, una función abstracta, sin forma arquitectónica.
2. La traza de manzana y la traza de “galería” se fundan, en elevación, en el muro. Llevan en sí, una arquitectura de “fachadas” continuas.
Ello define la arquitectura de la calle. La “calle” es el elemento fundamental de la ciudad: un muro neto que contiene a la calzada.
Lo ciudadano que tiene la calle, se funda en su unidad de medida -en planta- y depende de la elaboración de la fachada -en elevación-. La calle, entonces, una exposición de la arquitectura de un muro, múltiple, cerrado, de puertas y ventanas. Algo simple y definido en cuanto a lo que deben hacer los arquitectos para que la ciudad aparezca como ciudad.
3. La traza de manzana se diferencia de la traza de “galería” en que el “ir” del sistema de manzana es “cerrado”, (es decir, la calle forma una figura en superficie) y el “ir” de la “galería” es abierto, (es decir, la calle solo forma una figura en línea).
Pese a la fachada, la “galería” no forma propiamente una traza de ciudad, porque no tiene la disponibilidad de todas las direcciones en un mínimo de recorrido. Tiende entonces a ser un camino habitado, sin idea de centro. (ver la debilidad de su evolución en Quillota).
4. La clave de cualquier traza es la concepción del “sitio” o lugar de la casa.
El sitio tiene dos opciones: o es un lugar puramente interior, o posee internamente un interior y un exterior. En el orden antiguo, la fachada es limite entre el “estar” interior del sitio y el “ir ” continúo como calle.
La traza de manzana y de galería, tiene un sitio con un sentido definido: una casa con una gran extensión con árboles. Por eso -e incluyendo los requerimientos de la higiene y la alimentación- el “urbanismo” oculto de los canales es el complemento necesario del de la calle.
El sitio de la “galería” y la manzana, sólo se diferencia en un matiz: el tamaño; cuando es grande : Quinta.
Pero, originariamente, no hay sentido de jardín: es más bien la arboleda.
La traza de población no tiene un sentido definido desde que abandona el concepto de ciudad jardín. Es, más bien, una disponibilidad de tamaños. Las casas más ricas: tamaños un poco mayor; las casas más pobres, como en el “cerro Mayaca”: el sitio es casi justo con envoltorio de la casa.
El jardín no adquiere proyección urbana. Y cuando el jardín quiere adquirir el sentido de “campo” abstracto, en el cual se sume la casa en un estar público, dicho estar se convierte en una “tierra de nadie”, sin dueño municipal ni dueño privado: un sitio baldío o un jardín meramente decorativo.
Se observan las concepciones del orden ciudadano antiguo en Quillota y su relación con los “elementos naturales “del valle.
• Se observa que la traza de manzana excluye de su arquitectura los accidentes naturales.
La ciudad es entendida en una abstracción autónoma, desde la cual puede acceder o no a la naturaleza. Su geometría es un sello regular que se implanta en el terreno (“elemento natural”) como la figura geométrica en el papel.
• Lo lejano.
Este sentido, esa separación, puede observarse en Quillota: al contemplar cómo las calles enfocan los cerros a distancia. La lejanía “natural” de los cerros circundantes del valle (“elemento natural”) solo se hace presente por intermedio de otra lejanía, no natural, que se intercala entre el ojo y el cerro. Esta es el eje recto de la calle, que la ciudad ha creado con su propio término o medida, para defender su interioridad. La relativa soledad y quietud de la calle, la aparta de todo naturalismo, porque la presenta a la contemplación sin la motivación del uso; y el cerro que se ve en la profundidad del eje, comparece entonces como un modo de retiro y no de aproximación.
Pero el secreto de la capacidad de abstracción de esa extensión, está en que ” la calle” es un espacio arquitectónico -en el orden antiguo- y no una circulación, una función. Y en tanto dicho espacio se constituye con figura propia, llega a ser a la vez un “elemento urbano”. Y no hay en la ciudad un elemento urbano de mayor magnitud que la calle; ella es “la” magnitud de la ciudad, construida – ingeniosamente- casi sin el aporte municipal, ya que cada vecino, al levantar lo propio, levanta al mismo tiempo la arquitectura de la calle. Así es que la magnitud de la calle en la traza urbana, viene a reflejarse en magnitud de población.
La magnitud es lo irrenunciable de la ciudad para ser tal, porque en ello funda su capacidad de abstracción, ya que la en oculta relación entre población, densidad y tamaño, la arquitectura instaura esa lejanía artificial que intercala ante la lejanía natural. (antigua disputa de Quillota por su magnitud: ser “villa” o “ciudad”).
• Lo cercano
En la concepción del orden antiguo, el cerro y el río (“elementos naturales”) son “obstáculos” con los cuales la ciudad establece solo una relación de “vecindad” y subarbio. En este sentido, la implantación de Quillota en relación al cerro y al río es similar a la de Santiago en 1830:
1. El cerro permanece como vecino inútil y desocupado durante varios siglos, tanto en Santiago como en Quillota.
2. En el crecimiento del orden antiguo, el cerro destituye la geometría y continuidad de la traza. Tras el obstáculo (en el caso de Santiago al crecer hacia el oriente), se forman vericuetos y callejones que tienden a permanecer intocados y marginados durante largos años. En Quillota, dicha marginalidad la ocupa la población callampa.
3. En el crecimiento del orden antiguo, el río también es un obstáculo que destruye la traza. En la ribera norte del Mapocho aparecen “galerías”; al sur del brazo seco de la alameda, la traza se convierte en callejones cortados que permanecen hasta hoy día. En Quillota, aparece Boco, y la ribera del río al oriente de la ciudad, es una espalda, un suburbio de callampas.
4. En Quillota el río no se ve. Es un visitante que se hace presente con su caudal plano cada 10 o 12 años, con una sección de agua de unos 400 mts. de ancho por 7 u 8 metros de altura. Más que un río, es más bien una ola que arroja la cordillera hacia el mar y recorre el valle durante algunos días. Pero la cordillera tampoco se ve. En este sentido natural, Quillota, en cuanto localidad, nuevamente aparece como medianía, como lugar de paso entre las grandes configuraciones continentales, el océano y la cordillera, ausentes; efecto sin presencia. Por eso, el río es un gran espacio abierto, una huella, cuya escala y tiempo natural escapa a la escala del obrar y a la temporalidad cotidiana de la ciudad, en el orden antiguo. Este destiempo es manifestación de la abstracción del orden urbano, el cual se traza a la escala del canal o la acequia y se desentiende del río, intercalando una distancia con él, tal como la célula se atiene al vaso que la alimenta y se desentiende de la arteria que le da la vida. Esa relación es vecindad.
Se observa, entonces una relación de “vecindad” (un modo de estar “cerca” pero no “junto” y en posesión) entre el orden abstracto de la traza ciudadana antigua y el orden natural de un valle particularizado por el río, el cerro Mayaca, la montaña y el árbol.
Y esta relación de estar “cerca” parece consumarse en un mutuo ocultamiento entre el orden natural y el orden artificial de la ciudad, de modo que, desde el interior del orden ciudadano, se tiende a esconder el orden natural, y desde el interior del orden natural, se tiende a esconder la ciudad.
¿Es esta un a voluntad arquitectónica, una forma de presencia?
DIbujo
Se observa la presencia de un “orden nuevo”, un cambio de magnitud, cuyos signos se hacen presente en algunas esferas de la vida ciudadana.
• Primer Signo:
El “ir” se hace preponderante sobre el “estar”.
“La vida de la ciudad está en el ir y no en el estar” (Proyecto Achupallas 1954). El “estar” pasa a integrarse al “ir” y gradualmente, -en el interior de un urbanismo de relaciones- la vida de la ciudad va a depender en gran parte de la conquista de relaciones urbanísticas fundadas en la nueva magnitud del ir.
Ello provoca la siguiente secuencia de cambios del orden antiguo en Quillota:
a) Hasta comienzos del siglo pasado, el orden antiguo se mantiene estable, y Quillota es cabecera de Región y centro local. (#)
b) Con la apertura del mar, aparece Valparaíso como ciudad. Desde ese momento, Quillota pasa a depender de la relación de dos ciudades: Valparaíso y Santaigo.
c) Con el desarrollo de Valparaíso y el trazado del ferrocarril, Quillota pasa a constituirse sólo como ciudad de paso y centro local (#). El gran “camino” de la ciudad de paso es el ferrocarril, cuya potencia desmesurada sobre el camino de tierra, ejerce la primacía en el desarrollo de la ciudad durante casi 80 años.
d) La estación se ubica vinculada al antiguo cruce de caminos de tierra, Inter-regionales y locales. Aparece un nuevo concepto de centro no institucional, esta vez, de comercio y trabajo del transporte, fundado en la nueva magnitud del “ir”.
• Dado que el ferrocarril no es un transporte de “puerta a puerta”, la estación se convierte en un “puerto” de distribución local, un solo punto que concentre la concurrencia, a manera de una puerta de la ciudad, la cual también se abre como paseo.
Entre la plaza institucional y la estación, surge un tránsito obligado y una concurrencia desusada para una ciudad relativamente pobre y de baja densidad.
Ahí nace el comercio de paso que coincide con el camino local, generándose un centro comercial que hoy día ocupa casi exactamente la superficie de la antigua parcela franciscana, y desplaza el centro a una posición asimétrica.
• El sistema abierto de la “galería” no aporta comercio. Probablemente el proceso “vegetativo” de división de la tierra, afecta en mayor medida al antiguo orden, de suyo basado en propiedades pequeñas, lo cual conduce a un empobrecimiento gradual del primitivo “estar del trabajo”. La pérdida del sentido productivo cambia la naturaleza de la “galería”, y refugiándose en la proximidad de la ciudad, pasa a sostenerse en una inercia de propiedad con una “clase media”, agrícola-urbana. Pero la relativamente alta densidad de la “galería” financia las circulaciones locales, apoya el nexo con el nuevo centro de Calera y se sostiene como una fuerte camino de acceso.
Hasta aquí revisión exhaustiva
e) Un nuevo momento de profundas transformaciones de Quillota queda marcado con la llegada del automóvil, su capacidad de transporte “puerta a puerta” y su disponibilidad que otorga a cada vecino su propia y distinta capacidad de ir. Estas transformaciones comprenden:
1. Aparición de transporte interno urbano y de la propia ciudad como obstáculo.
2. El ferrocarril es superado por el transporte puerta a puerta.
3. Aparición de un eje de crecimiento de la ciudad fundado en el ir.
4. Desaparece el antiguo concepto de límite urbano y regional.
(#) Quillota tiene, inicialmente, gran fuerza como cabecera de región y desde ella se desprende una energía fundadora.
Nace en Quillota en 1813 Dolores Pérez de Álvarez que subasta en 1839 la hacienda Viña del Mar, y funda Viña del Mar.
En 1800, nace Jesús Valencia, fundador de Quilpué.
Rafael Ariztía, ligado a la fundación de la Universidad Católica de Valparaíso llega a Quillota en 1870.
(##) Al fundarse como ciudad, Quillota -cabecera de región- capta para sí, la relación con el embarcadero de Valparaíso, a lo cual se opone Santiago, intentando impedir dicha fundación.
Luego, Valparaíso capta poderosas relaciones urbanísticas internacionales y Quillota se reduce a ciudad de paso.
Pero una “inercia de propiedad” conservan hasta hoy día la residencia militar, administrativa y de servicio que sostiene a la ciudad, y proviene de su antiguo rango de cabecera de región.
1. Se observa que la aparición del transporte interno urbano y su posterior desarrollo, va a insinuar inmediatamente dos transformaciones del orden antiguo.
a) La no homogeneidad de la traza urbana.
El orden antiguo concibe la traza como superficie homogénea, dentro de la cual todas las calles son de igual ancho. Lo preferencial, no homogéneo, queda dado por la casa, la importancia del vecino y, en consecuencia, por la elaboración arquitectónica de la fachada y la extensión de su sitio o estar.
El orden nuevo, en cambio, trae lo no homogéneo por medio del “ir”. Allí, lo preferencial se da en la distinta intensidad de las vías, surgidas de las mayores densidades del estar que ellas deben recoger y trasladar. Dado que el “ir” posee un poder generador de estares (#), a mayor densidad del ir se acopla una mayor cantidad de estar, de modo que lo no homogéneo del “ir” tiende a crecer ilimitadamente en su no homogeneidad.
b) La traza antigua se convierte en obstáculo.
Pero la tendencia a un crecimiento ilimitado del “ir”, encuentra su límite en el obstáculo físico que le opone el ancho de la calle antigua. Dado que la capacidad de ir es un patrimonio individual, no controlado en el orden nuevo, la tendencia al crecimiento ilimitado puede llevarlo a una contradicción, vale decir, a atascarse frente al obstáculo de la calle y perder todas las propiedades de velocidad y volumen que le son propias.
La ciudad antigua se hace entonces obstáculo para el orden nuevo que lleva dentro de sí.
Adicionalmente, dicho obstáculo repercute en la tendencia a “no entrar” en la ciudad, con lo cual ésta, en su conjunto, se aparta del poder generador de “estar” que posee el “ir”, en cuanto a relaciones externas, lo cual a su vez, resulta tanto más esencial cuanto Quillota vive como ciudad de paso.
• Tanto la tendencia a lo no homogéneo de la traza nueva, como la situación de obstáculo de la ciudad, se refiere indirectamente a la posición geométrica del centro, cuya ubicación histórica se cuestiona frente a los requerimientos del orden nuevo. Esto no es extraño, ya que desde su origen, Quillota parece debatir la posición de su centro.
• Por otra parte, el orden antiguo muestra “irreductible” arquitectónico cuando los planes de urbanismo pretenden instaurar a nueva magnitud de ir en lo homogéneo de la traza antigua: Por una parte, al tratar dichos planes de descongestionar la calle, enviando fuera de la ciudad el tránsito de paso, (##) marginan al mismo tiempo a la ciudad del poder generador del “ir”; por otra, cuando por el contrario, proyecta ampliar las calles, se ven obligados a demoler la totalidad de las casas que la constituyen, ya que el orden antiguo se funda en el límite de la fachada que agrupa a la casa en el borde de la manzana. La ampliación de una calle de siete cuadras, por ejemplo, equivale a demoler a tres manzanas y media completas. Dado que el orden nuevo -en Quillota- no tiene el poder para hacer toda la ciudad nueva, la ampliación proyectada se prolonga indefinidamente en el tiempo. Dado también que la instauración del orden nuevo en el “ir”, no depende sólo de una calle, sino de un sistema o red, resulta que la temporalidad de tal cambio se aleja de la “magnitud” actual de la ciudad, mostrándonos así, indirectamente, que la ciudad funda su modernidad en la “convvivencia” de lo viejo con lo nuevo.
2. Se observa que cuando el sistema ferroviario es sustituido por el automóvil (sistema rodoviario) pierde vigencia el punto único de la estación, que reunía tanto al pasajero como a la carga y era el nexo de la ciudad y el campo en sus relaciones mutuas y externas.
Con el transporte puerta a puerta del automóvil, no hay trasbordo y cada punto establece una traza de relaciones propias con el otro. De allí que la ciudad, en su conjunto, pasa a mantener relaciones externas propias e independientes de las del campo.
• El centro comercial, que en sus primeros pasos se ha sostenido en el ferrocarril y en el cruce de caminos, mantiene su vigencia y sigue orientando la circulación del automóvil en su posición asimétrica.
3. Se observa que al pavimentarse el “Camino Troncal” antiguo, sin considerar las posibilidades de un nuevo trazado, se consolida el orden antiguo, desconociendo los requerimientos de la nueva magnitud del “ir”.
Entonces, el sistema general de circulaciones que alimenta a la ciudad de paso, se aleja del río hacia el interior, en posición asimétrica, según el centro tradicional.
En consecuencia, el crecimiento físico de la ciudad (poder generador del “ir”) se orienta preferentemente invadiendo los campos cultivados y al mismo tiempo, se provoca el problema de la ciudad como obstáculo al penetrar el camino a la traza antigua.
La posterior construcción de la autopista internacional y sus correspondientes accesos 1 y 2, refuerza el desplazamiento del eje de circulaciones hacia el interior, acentuando la tendencia al avance de la ciudad sobre terrenos cultivados como la situación de obstáculo.
El bolsón “A” y el cruce “B” favorecen la expansión del reticulado urbano hacia el oriente y hacia el sur. El acceso “2” refuerza el camino troncal, acentuado por lo tanto el obstáculo de ingreso a la traza antigua.
La opción -ya perdida- de un trazado de la autopista por el borde del río consolidando su ribera oriente, habría permitido modificar el esquema del orden antiguo, como así mismo, el destino del cerro Mayaca, abriendo la posibilidad de una expansión de la ciudad a partir del río, sobre ambas riberas.
Aún con el trazado actual de la autopista, probablemente una ubicación del acceso “2” más hacia el poniente, habría permitido intentar disminuir el efecto de “obstáculo” de la ciudad.
La nueva magnitud del “ir” trae consigo una condición de “continuidad” distinta a la del orden antiguo. Los factores que inhiben la nueva magnitud de continuidad son:
• El cambio abrupto de dirección (por ejemplo, el ángulo recto) y
• El cruce de direcciones (#)
Esto quiere decir que el “ir” del orden nuevo posee una mayor inercia -o tendencia a permanecer en el estado anterior de velocidad y dirección- que el del orden antiguo.
Se observa que en Quillota, no obstante lo señalado en los puntos 1, 2 y 3, tal condición de continuidad influye decisivamente en la situación de obstáculo que ofrece la traza antigua a la nueva magnitud de continuidad del “ir”:
a) La forma de encuentro entre la ciudad y el camino de acceso que se da en el orden antiguo, no se aviene a la nueva magnitud del “ir “, porque -por las razones dichas- ésta no tiende a difundirse en la traza homogénea ortogonal antigua. De modo que frente a la “nueva magnitud” que trae el camino (incluido el mayor volumen) caben dos alternativas para dicho encuentro:
Una: Ensanchar la calle (ruptura del orden antiguo);
Otra: “Difundir” la nueva capacidad creando un elemento adicional, un “abanico” de distribución del camino sobre varias calles del orden antiguo.
En una ciudad de paso como Quillota, el abanico de entrada sólo tiene sentido si se complementa con una salida.
Se observa en Quillota:
• Hay abanico “natural” en el sector poniente (1), pero no hay abanico en el sector oriente (2) opuesto.
• Hay abanico formado por el troncal en el sector sur (3) aunque está cortado; pero no hay abanico en el sector norte (4) opuesto.
Dado que tampoco hay ensanche de calles, se tiene -en resumen- que la única vía que presenta continuidad de origen y destino es el camino troncal de 1717. No hay, por lo tanto, adecuada difusión de la capacidad de tránsito. La mayor parte de las calles, en dirección oriente-poniente y norte-sur, tiene entrada y no tiene salida, o no tiene salida pero sí entrada, en continuidad. Para lograr su destino, debe entonces efectuar uno o varios cambios absurdos de dirección o cruces con vías de igual o mayor volumen, lo cual es obstáculo que inhibe su continuidad a escala de la nueva magnitud del “ir”.
b) Se observa que el terreno A, B, C y D es un obstáculo que rompe la continuidad de expansión de la traza antigua, generándose dos sectores, I y II de “galerías”, que permanecen desconectadas entre ellas, carecen de vías transversales y tienen técnicamente la mitad de población que la manzana.
Indirectamente, dicho terreno aleja del centro ambas ramas del camino antiguo, provoca el agrandamiento del radio urbano creando zonas intermedias no ciudadanas (galerías) que debilitan el financiamiento (frecuencia) del sistema de movilización y aleja las poblaciones nuevas de alta densidad. Éstas surgen entonces, como otros tantos obstáculos, con una estructura interna sin relación con la traza general.
Al mismo tiempo dichas poblaciones, por distancia, o quedan sin centro o crearán en el futuro “poli-centros” que debilitarán el centro principal de vida pública. En ese caso, la totalidad del sistema tendería a una desconcentración que impediría a la ciudad aprovechar la potencia de su población para captar nuevas relaciones ciudadanas basadas en la cantidad. (vida pueblerina).
4 Resumen
La nueva magnitud del “ir” y en el especial el transporte “puerta a puerta” que relaciona sin trasbordo cualquier punto con otro, al ser puesto a disposición de cualquier vecino, rompe el antiguo concepto de limite urbano.
La traza (del “estar” antiguo) que antes excluía de la vida ciudadana a todo aquel que no se inscribiera en su geometría, pasa a ser sustituida por un “sistema o red” de puntos y relaciones fundado en aquella nueva magnitud. De modo que cualquier punto que logre incorporarse a esa red, según su propia capacidad de “ir”, tiene en potencia la posibilidad de inscribirse en la vida ciudadana. Así, el lugar de estar “permanente” dado por el dibujo de una traza, viene a ser sustituido por la “posibilidad de lugar”, o sea, una potencialidad que se extiende sin limite visible y que solo se actualiza en sus diferentes escalas según el libre juego, fugaz y cambiante, de la lucha que entablan los puntos entre si para captar nuevas relaciones urbanísticas.
La nueva magnitud del “ir” trae, por lo tanto, no sólo la inestabilidad y movilidad del limite, sino – con ello – simultáneamente un cambio en la noción de unidad y forma de la ciudad y la región. En Quillota se observa que dichos cambios de magnitud abarcan cuatro escalas distintas:
a. Escala interna de Quillota.
El limite urbano deja de ser una referencia valida para determinar la “forma” de la ciudad en su conjunto (#1). De aquí que los planes de urbanismo basados en reglamentar una forma total fija (una nueva traza urbana) pronto son trascendidos por el peso de los hechos que trae la nueva magnitud de “ir”.
b. Escala externa de Quillota en su relación con Calera.
Las que eran antes dos ciudades con su propia autonomía administrativa y funcional, tienden ahora a constituirse en una solo ciudad. En el actual periodo de transición, marcado por ese paso de dos ciudades a una ciudad, la “galería” que las une se divide en 3 partes: una próxima a Quillota, en que el antiguo “estar del trabajo” pierde su productividad y se refugia en un estar ciudadano sin estructura de tal, con lo cual pierde su forma arquitectónica (#3); otra que sigue incorporada al orden del campo y acrecienta su producción; finalmente otra más, más o menos “indiferente” que nunca ha tenido una fisonomía muy definida, próxima a Calera. La creciente union entre ambas ciudades, es asumida por una sola calle, la “calle larga”, angosta y tortuosa.
c. Escala externa de Quillota en su relación con el campo.
El campo de la localidad de Quillota pasa de un orden antiguo de fundos extensos, a un orden nuevo de parcelas, cuya pequeña dimensión es rentable gracias a las alta productividad de la tierra explotable intensivamente (#4). Es el “estar del trabajo” semejante al de la antigua “galería”, que en el orden nuevo se ha aplicado a toda la superficie plana cultivable. Como antaño, la casa de la parcela es un modelo ciudadano (un “chalet”); numerosos propietarios son de origen extranjero. El nuevo orden del trabajo trae la tecnología y la información tecnológica que conecta a los agricultores con California y otra regiones del mundo. La nueva magnitud del “ir” vincula directamente la vida del trabajo del campo con Valparaíso y Santiago. Igualmente sucede con la vida social de los agricultores. En sus principales relaciones, pues, el campo de la localidad “se fuga” de Quillota. La ciudad aparece casi marginada de su localidad, la cual se ha integrado a las dos ciudades que ahora polarizan el valle: Valparaíso y Santiago. En un periodo de tiempo que se compara con el crecimiento de Valparaíso, Quillota ha pasado de ser cabecera de región a sólo constituir un mínimo servicio regional(#5).
d. Escala externa de Quillota en su relación internacional.
Al trazar Valparaíso la conexión internacional con Mendoza, Quillota – situada solo a 45min de Valparaíso- carece de significación como ciudad de paso, dentro de la nueva magnitud del “ir”. Resulta entonces excluida como punto de detención. Por otra parte, la autopista opera como un puente que no toca la tierra sino en puntos distanciados, verdaderas puertas que aseguran la continuidad del tránsito pesado (mucha inercia) eludiendo los centros urbanos intermedios. Ello determina la existencia de un doble sistema de caminos, puesto que “el troncal” antiguo queda destinado de hecho, al tránsito de recolección, que se justifica y financia atravesando centros urbanos. Esa es la nueva escala de Quillota como ciudad de paso.
Si se excluye de la representación la red ferroviaria (poco vigente) y de la autopista-puente solo se indican sus “puertas”, aparece la lógica estricta de la “red de recolección” que regula el orden antiguo del campo y muestra a Calera y Quillota como ciudades de paso de esa red.
Se observa que el camino troncal recolecta todo el sector y que a cada camino de penetración oriente-poniente corresponde un núcleo de mayor densidad de vías en traza de manzana, es decir, un intento ciudadano. Un camino de circunvalación recolecta los bordes de mayor producción y -en el orden antiguo- el circuito se cierra en las estaciones ferroviarias de La Cruz y Quillota. (#) Hoy, las “puertas” de la autopista sustituyen a la estación.
La zona de mejor clima y mayor producción, queda señalada por la tendencia a una mayor subdivisión de la tierra y mayor densidad de vías. (ver plano anterior).
La interferencia de esta zona de mejor clima con el camino troncal, explica que los núcleos 1 y 2 sostengan aún una creciente producción y permanezcan como “estar del trabajo”; mientras, al mismo tiempo, la explotación agrícola de las parcelas situadas entre el núcleo 3 y Quillota, no han podido resistir la subdivisión de la tierra de peor clima, transfiriéndose entonces a un “estar ciudadano” degradado, que se apoya en la “capacidad de ir” de la calle larga.
Por lo tanto, la expansión de la red ciudadana sobre la “galería” se produce por la complementación de un desequilibrio: por una parte, el debilitamiento del orden campesino y por otra, el poder generador del “ir” que aquí se ejerce por la fuerte tendencia a la unidad entre Quillota y Calera, basada en la nueva magnitud del “ir”.
Esta situación hace pensar que, de no mediar un salto que intensifique la productividad en el “estar del trabajo” “1”, “2”, “7” y “8”, y subdivisión que le es connatural puede servir de causa para que la creciente intensidad del “ir” entre Quillota y Calera, genere y propague allí también un “estar ciudadano”, complementando así la unión entre Calera y Quillota. Tal posibilidad se acrecienta por el hecho que la “galería” no es una sola calle, tiene un “espesor” (no indicado en el esquema: ver plano anterior) que alcanza a dos y hasta tres calles paralelas, tortuosas y bloqueadas por el ferrocarril, que forman bolsones son continuidad del cultivo. Si la ciudad avanzara por esa franja, se aislaría el sector II del III, multiplicando el proceso de fraccionamiento de la superficie cultivable original (elemento natural) lo cual parece marcar el primer paso del debilitamiento del orden del campo: la perdida de continuidad de la superficie.
No se ha estudiado el orden nuevo del campo, pero puede observarse que el trabajo del campo no ha sido llevado a su extremo y prevalece la traza del orden antiguo. La nueva magnitud del “ir” ha abierto relaciones internacionales que están a escala de las potencialidades de productividad del valle. Pero para conquistar tales relaciones, el orden nuevo del trabajo exige dar acceso generalizado a una alta tecnología de explotación, esto es, constituir el campo en una fabrica, cada uno de cuyos elementos se establecen en función de alcanzar el límite de productividad (calidad-cantidad) ofrecido por la potencialidad del valle en su conjunto.
Tal posibilidad existe en el valle, cuyas condiciones se comparan y pueden alcanzar las formas de trabajo equivalentes a California. Dicho “extremo” del trabajo -ahora como antes- daría su figura “urbanística” al campo y con ello, su figura y límite a la ciudad.
• Segundo Signo
El cambio de magnitud que trae el orden nuevo, termina con la antigua relación de “vecindad” que existía entre el orden abstracto de la ciudad y el orden natural, pasando en cambio a configurarse un nuevo modo de relación de la ciudad – que podríamos llamar de posesión o conveniencia, o continuidad con los “elementos” naturales del valle: la superficie, la montaña, el cerro, el río, el árbol.
La superficie del valle y el orden del campo.
En el orden del campo, la nueva relación se traduce a una visión científica de la naturaleza, dentro de la cual la obra artificial pretende identificase y adecuarse lo más íntimamente posible con los mecanismos internos de los ciclos naturales descubiertos por la ciencia (#). La obra artificial que da forma a este orden campesino, se lanza entonces a “reconstruir” la naturaleza para gobernar y utilizar en un ciclo regular, lo que ella es en lo fortuito e irregular. La obra artificial de la explotación agrícola entonces -a diferencia del orden antiguo- reconstruye un ámbito completo, cerrado -un “urbanismo” del campo- destinado a gobernar cada uno de los factores o propiedades que intervienen tanto en aquel ciclo de pleno desarrollo de la especie como en las labores necesarias para cultivarla.
De aquí que cualquier interrupción ajena al orden del campo que rompa aquella homogeneidad, (incluyendo en ello la continuidad de la superficie) va a constituir un factor de desorden.
Tal relación con la naturaleza, crea una geometría estricta fundada en la economía natural, que tiende por lo tanto a hacer del campo un mundo autónomo, específico, sin interferencias, cuyo espacio va a diferenciarse radicalmente del que pertenece a la casa. Por eso, en el “estar del trabajo” la superficie densamente cultivada comienza en la arista misma en que termina el muro de la casa, y en el borde mismo del camino de acceso de las máquinas. En el espíritu de lo homogéneo, no hay cabida para “alrededores”, ni para espacios intermedios, ni para superficies sobrantes sin destino. Y si el orden del campo se extremará, este misma forma de espacio autónomo y bordes nítidos se aplicaría a la relación del campo con la ciudad.
Esquema del concepto que trae para la superficie del valle, la nueva relación de “posesión” de la naturaleza.
a. La traza del orden de la ciudad y del orden del campo incluye la posesión de los “elementos” naturales, para sobrepasar -con su nuevo poder de acción- los “accidentes” naturales.
• El río separa el orden del campo del orden de la ciudad.
• El borde nítido que marca el límite de la superficie del campo, coincide con lo inamovible del borde natural: el río y la montaña.
b. Lo homogéneo, requerido por la reconstrucción artificial de la naturaleza, proviene del trabajo primordial del valle -el campo- y no de la vida ciudadana. Lo homogéneo da su figura a los elementos del “urbanismo” del campo:
El río:
• El río se urbaniza en sus dos riberas por el “ir” de paso, en sus dos formas: la recolección y el tráfico cordillera océano. Presencia de lo homogéneo en la forma del río.
La urbanización del río de flujo irregular; trae la regularización del riego: homogeneidad del agua.
La superficie:
• La mayor superficie y la mejor calidad de los terrenos se dedican por entero al cultivo: homogeneidad y continuidad del superficie. La ciudad se ubica en lo accidentado de menor calidad.
• El camino de penetración de la superficie forma una “traza” que admite un acceso homogéneo a todos sus lugares; continuidad y rapidez del camino pavimentado: homogeneidad del vehículo
El árbol:
• El árbol regado resume la economía natural: él, hace con el clima (la cruz) lo que la urbanización hace con el río: regulariza el clima que le es más favorable a su desarrollo, y afianza así la potencia del orden del campo.
• Aquí hay un extremo en la “reconstrucción” de la naturaleza.
Las condiciones de clima son adversas al producto. Aparece así la versatilidad de los limites regionales permitida por la magnitud del orden nuevo. Si la potencia de las relaciones es suficiente, el lugar modifica su vocación, lo cual puede lograr introduciéndose en el interior de las leyes que regulan el ciclo natural.
• La “reconstrucción” del ámbito natural hace comparecer la homogeneidad en que se basa su cálculo.
• La instalación que se ve al centro, muestra que no siempre la ciudad puede prever que los centros de elaboración agrícola se radiquen en ella, como lo anhelan los planes de urbanismo al pensar la relación ciudad-campo. El orden del campo -una fabrica- pueden crear donde quiera sus centros. Esto es parte también de la nueva magnitud del “ir”.
• El nuevo orden del campo trae también la homogeneidad y continuidad de la superficie. Tal homogeneidad adquirirá una forma u otra según el cultivo, pero siempre estará presente en el orden nuevo del campo.
• El mundo autónomo y específico en el orden nuevo del campo, termina con los “alrededores” y los espacios intermedios. El campo “excluye” a la casa y la asila en su propio estar creando un borde neto.
• Lo mismo ocurre con el camino.
• Aquí también comparece -en otra forma- cómo lo específico del orden nuevo del campo termina con los alrededores.
La casa y las instalaciones se encajan en un mínimo de superficie geométricamente regular, en donde todas las casas caben al justo
El cerro, el árbol y el agua (el río)
a. La nueva relación con la naturaleza genera el impulso de incorporar el cerro Mayaca a la ciudad.
El orden nuevo no soporta la vecindad inútil del cerro. Para poseerlo, recurre a convertirlo en un parque, vale decir, en un “elemento urbano” que no se incluía en la concepción de la traza de manzana española antigua (#)
El cerro Mayaca no escapa a ese impulso, esa tradición y esa condición. Pero los nuevos planes de urbanismo solo “programan” la destinación de una zona funcional “parque”, y al hacerlo, rodean el cerro-parque con un anillo de circunvalación.
Sin embargo, ningún “elemento urbano”, vale decir, una forma capaz de orientar y dar figura a la ciudad, puede surgir de una “programación”; al contrario, el elemento se basa -como la calle del orden antiguo- en una forma arquitectónica particular.
Por esta razón, la propia programación “a-isla” al cerro de sus proyecciones ciudadanas y lo inútil del cerro vacío permanece igual en lo inútil del cerro arbolado, tal como ocurre en numerosas ciudades del valle central, donde el cerro -convertido en objeto- es excluido del orden urbano, subsistiendo sólo como testimonio de un anhelo y no como realización efectiva, capaz de modificar la estructura de la ciudad en función a una nueva relación con la naturaleza.
Quillota se incorpora así, casi con 100 años de atraso, a un movimiento de creación de parques que aparecen en Chile a fines del ciglo pasado y llega rodeado de un aura de hacer de la casa más casa y la ciudad más ciudad; probablemente esto se vincula a la actividad de Gay y a la influencia francesa.
Testimonio de este movimiento son los cerros-atalaya del orden antiguo, en un gran numero de ciudades grandes y chicas del valle central, que se arborizan al mismo tiempo que se sacralizan o monumentalizan; por ejemplo, Santiago, Curicó, Talca, Concepción, etc.; simultáneamente sobreviene una transformación de la casa de campo y de casas principales de la ciudad, a las cuales se incorpora el lujo natural de un “parque exótico”, un nuevo elemento que antes no existía: por ejemplo, Parque Cousiño, Parque Macúl, Santa Rita, Parque de Lota, Quinta Vergara, Quinta Rioja, etc… y numerosas casas de campo por todas partes. Probablemente pertenece a ese momento el Parque San Isidro en Quillota.
Sin embargo, comparado con el orden antiguo, la debilidad del urbanismo actual -en Chile- se debe a su incapacidad de crear “elementos urbanos” que dan orientación y figura a la ciudad, especialmente en los casos en que tales elementos no se inscriben en la nueva magnitud del “ir”. En virtud de la traza, en el orden antiguo, dichos elementos se generan automáticamente con la obra de los vecinos; en el nuevo, se generarían a partir de una organización pública común, la cual sin embargo no posee la fuerza que significa.
Por esta razón, los nuevos “elementos urbanos” solo aparecen gracias a un azar histórico, utilizando terrenos sobrantes que no cuestan nada y permiten poner en ejecución los conceptos que los arquitectos han creado. Por eso, la Alameda de Santiago sigue el curso del lecho vacío del Mapocho; El parque Forestal nace de la canalización del río; el camino turístico de Con-Con, de las obras abandonadas del ferrocarril; el Parque Cousiño, de la donación de un rico. Y al revés, el Parque del Sporting se pierde hoy, porque los propietarios de un bien de la ciudad deciden lotearlo y venderlo.(#2)
b. La nueva relación con la naturaleza termina con el sistema de canales de irrigación del interior de las manzanas. Aparece la cañería de agua potable que los sustituye y con ello, desaparece la relación de “vecindad” con el río que establecía el orden antiguo.
La higiene y el confort del agua potable de cañería, pueden ser vistos como formas de la nueva relación con la naturaleza. (#)
• Al eliminarse el canal, muere el árbol que ocupaba el centro de la manzana y al mismo tiempo, deja de ser vigente la concepción interna del “estar” antiguo.
Paradojalmente, pues, la nueva relación con la naturaleza termina con el árbol, “elemento” esencial del orden natural para Quillota; el interior del sitio se degrada entonces como extensión sin destino y las autoridades piensan en un “parque”, el cual agrupa al árbol en un elemento urbano autónomo, ajeno a la traza.
En el tránsito entre el orden antiguo y el nuevo, no hay -en este caso- “convivencia”. El orden nuevo desarticula al antiguo y se produce lo in-forme.
(Dado que el agua ahora es un “producto”, solo los más ricos construyen pequeños jardines interiores, los cuales sin embargo no alcanzan protección urbana).
(#) Todo hace pensar que ese naturalismo del orden nuevo, al aplicarse al trabajo, hace aparecer visible el artificio tecnológico que lo anula, y lo hace desaparecer el hecho natural visible que lo provoca. Se produce así la paradoja de que la posesión de la naturaleza llegue a una forma que separa a ésta de lo sensible.
Así, en lo que se llamaría el “confort” -anulación o economía del trabajo de la casa o la ciudad- el agua desaparece de la vista cuando la cañería y la secuencia de sistemas y artefactos que la complementan, sustituye al canal antiguo.
Al mismo tiempo, es esa reconstrucción interna del ciclo natural, propia de la nueva relación con la naturaleza, la que no sólo genera los sistemas de manipulación del agua, sino que modifica también el agua misma, en busca de la higiene.
• En el manejo del agua, la cañería, al incorporar por ejemplo la presión como “propiedad” del ciclo del agua, permite que el “camino del Agua” pueda trazarse tridimensionalmente en el espacio en cualquier sentido, venciendo así al canal, que sólo logra desplazamientos en el plano. Si a esto se agrega que lo hermético del ducto termina con la “vecindad” del agua otorgando nuevo grado de disponibilidad para la asociación de lugares de la casa, se tiene que nueva relación con la naturaleza -en lo concierne al agua en la ciudad- consigue la libertad de forma en la tridimensionalidad del espacio.
• El agua, don gratuito y disponible, como el aire para la vida en el orden antiguo, en el orden nuevo es elaborada en sus propiedades, en función de la higiene, transformándola en un “producto” administrado, medido y pagado. Dicha elaboración termina en “una solo agua” capaz de satisfacer todas los requerimientos de la casa (homogeneidad).
Pero en el orden antiguo, el canal también tenía su higiene. Probablemente existía una doble red de acequias que atravesaban las manzanas: una “limpia” que servía de fuentes, y una “sucia”, de evacuación. La limpia aporta las aguas para la comida (se hierve al cocinar) y las que requieren el aseo y el lavado de la ropa. La tierra que arrastra el agua, se decanta en grandes tinas de madera situadas en el patio de servicio, agregándole hojas de tuna. El agua para beber se depura en filtros de piedra; o se trae semanalmente en pequeños barriles desde una vertiente; o se extrae de pozo cuando, como en Quillota, hay napa subterránea próxima.
El baño, el bidet y el lavatorio son identificados como objetos o muebles transportables porque no hay noción de un gesto que una el cuerpo a un artefacto, y se usan entonces en el dormitorio-pieza, espacio extensivo y no especifico. La manipulación del agua es un inmenso trabajo que marca la estructura y la vida de la casa, el cual se realiza normalmente porque hay muchos brazos: el agua se transporta en baldes desde el canal a la tina y desde la tina a los artefactos en cada pieza. El agua “usada” sigue el mismo método.
El mueble-excusado, alejado del estar, está sobre la acequia sucia.
Desde la acequia limpia, se desprende un derrame que sirve para regar el sitio, concebido extensivamente como un pedacito de campo, oculto por el muro edificado de la calle.
El centro de la manzana y el interior de la casa se estructura sólo en las dos dimensiones de la “vecindad” del agua, con sus acequias, árboles y hortalizas, patio de servicio con baldes y tinas que se desparraman desde la cocina, mientras lo representativo de la casa se vincula al borde-fachada de la manzana y a lo ciudadano de la calle, el salón, el zaguán, el corredor. El interior del sitio no es “productivo-económico”, sino una abundancia y calidad que son parte de la dignidad y autonomía en la preponderancia del “estar”.
La higiene de los antiguos, elabora entonces varias aguas: el agua descantada, el agua filtrada, el agua hervida, el agua usada y el agua “natural” de riego.
° Tercer Signo:
El orden nuevo trae una nueva concepción del espacio, la cual en su aplicación al caso de Quillota, cristaliza principalmente en los conceptos de “espacio mínimo” y “ciudad jardín”.
Pero estos conceptos, al sustituir al orden antiguo, llegan sin embargo como formas bastardizada (#1) y no en su forma extrema, resultando por lo tanto incapaces de asentar en ellos un orden nuevo para la ciudad.
El concepto de “ciudad jardín” piensa la ciudad como conjunto de casas aisladas. Al aplicarse en Quillota, dicho concepto rompe la “arquitectura del muro” de la calle. Con ello se destruye el fundamento del orden ciudadano antiguo, puesto que pierde su forma arquitectónica el elemento urbano que sostiene la capacidad de abstracción de la ciudad.
A raíz de tal ruptura, que termina en una calle destacada, se hace presente en el espacio de la ciudad un creciente “descampado”, un estado de tránsito “in-forme”. Las nuevas casas, demasiado pequeñas -objetos específicos- son incapaces de abarcar lo extensivo del sitio antiguo, o dejan traslucir los fondos de manzana antes ocultos, cuyos terrenos han perdido sus árboles y patios, a lo cual contribuyen también la demolición del terremoto.
El ámbito abstracto de un orden ciudadano tiende pues a desaparecer, para convertirse en cambio en un mero ámbito “natural” neutro, cuya valoración se basa primordialmente en ofrecer “la posibilidad de sitio” (#2) para construir. En este sentido es “natural”, y ofrece una débil competencia a la posibilidad, también “natural”, ofrecida por los terrenos vecinos del campo, así la ciudad se extiende sobre éste, en el mero construir. Pero la ciudad se convierte también en “natural” porque la eliminación del muro hace comparecer y pasar a una naturaleza sin artificios sobre la estructura urbana, no solo en la calle, sino en el centro de la ciudad antigua: la plaza.
Falta por terminar:
• Tercer Signo: Orden nuevo trae una nueva concepción del espacio: ” el espacio mínimo” y la ciudad jardín, que rompe la arquitectura de la calle y, por lo tanto la capacidad de abstracción de la ciudad antigua.
Quillota vive de paso, que al mínimo tiempo la “des-arquitecturiza” de elemento urbano.
(pérdida de forma)
(la plaza – la calle)
• Cuarto Signo: Orden nuevo trae un “crecimiento” físico de la ciudad.
Es un punto no estudiado, que al estudio le interesaría por cuanto es una manifestación (comparativa dentro de un urbanismo de relaciones) de la potencia o fuerza de la ciudad para emprender las obras que se han encargado. Esta potencia o fuerza interviene en la forma arquitectónica delimitando la magnitud de obra del presente (alcalde).
En el “crecimiento” de la ciudad están las 4 formas de crecimiento y renovación Quillota hasta el momento ostenta una.
Esa forma rompe la continuidad de la traza, “descentra” la ciudad.
* El crecimiento de Quillota se da paralelo a un crecimiento general, que densifica y trae la vida de la ciudad a la cantidad. La conquista de relaciones urbanísticas es con la cantidad, signo del nuevo orden ciudadano. Al mismo tiempo, trae una calidad especial de gente: el callampero, y el jubilado, los que no xxx lugar porque no tiene trabajo.
Al final: Proposición.
Así habría ocurrido en la Avenida del Mar, en el Estero y ahora en Quillota.
“

AL observar Quillota, surge de inmediato la presencia de una doble relación en su arquitectura: por una parte, la relación temporal de un orden urbanístico antiguo que se enfrenta a un orden actual; por otra, la relación espacial de un orden ciudadano que se enfrenta o vincula a un orden del campo.
Quillota mantiene aún vigente aspectos fundamentales del orden antiguo, y hay a la vez magnitudes nuevas que trae lo actual. La incidencia de esta nueva magnitud sobre lo antiguo afecta, al parecer, todas las relaciones internas y externas de la vida ciudadana.
Sin embargo, por fuerte que sea esa incidencia, es aún una fuerza incapaz de hacer de Quillota una ciudad toda nueva: La ciudad vive pues un cambio de magnitudes, en la convivencia de los viejo y lo nuevo.
Si Quillota fuera una ciudad implantada en el desierto o al borde del mar, probablemente su orden urbano, su forma de ciudad, se enfrentaría a un vacío o a un ámbito adverso a la vida, de donde ella, como ciudad, obtendría su fuente para encontrar una forma arquitectónica de subsistencia y trascendencia. Sin embargo, no es éste el caso de Quillota, y bien podría pensarse que ella está en la situación inversa.
Quillota vive una medianía, medianía de ubicación entre el borde oceánico y el interior de Chile; medianía también en un valle transversal que se intercala entre el norte cálido y el centro templado. Pero tampoco Quillota es el cruce entre las rutas continentales, norte-sur y este-oeste que corresponden al valle. Ese cruce lo ocupa Calera, y nuevamente Quillota es una medianía entre las rutas y el mar, formando parte de un rosario de pueblos y ciudades en una línea. Pero Quillota encuentra en esa medianía el esbozo de un destino ciudadano, porque es tan favorable a la vida lo particular de su lugar, y tan perfecta la medianía de equilibrio entre el clima, los cerros, la tierra y el agua, que no sólo el campo se ofrece como uno de los lugares más señalados de Chile para la producción agrícola, sino que aún los viejos y los que están cansados de una vida de trabajo, quieran venir a vivir aquí o a morir, en esa medianía que facilita la existencia.
Todo el valle, pues, es habitable y hospitalario y casi no se sabe qué de nuevo puede aportar la ciudad a esa habitabilidad natural. Por eso Quillota no surge de un golpe que afirme una supervivencia, si no que la ciudad como tal, sólo se funda más tarde, a partir de un requerimiento de vida mucho más abstracto, esto es, un intento de vida ciudadana.
Esta vida ciudadana trasciende al mero “estar de trabajo” agrícola y, aunque se vincula a ésta de una manera variable en lo antiguo y lo nuevo, de suyo se distingue y se enfrenta a él en una suerte de oposición.

Se observa que,
el Cerro Mayaca es hoy día un hito natural aislado que emerge sobre el urbanismo plano de la ciudad y sobre el fondo plano del valle, identificando la existencia de Quillota desde la lejanía.
Tal como lo hace el cerro Santa Lucía en Santiago, el Cerro Mayaca quiebra aquí también el curso del río, pero no lo separa en dos brazos, sino que lo desvía manteniendo el lecho pegado a uno de los costados del Valle.
• Es el efecto del Cerro sobre el río, el que permite la amplitud, sin interrupciones, de la superficie plana.
Todos los valles vecinos están fraccionados por el río y la topografía. De modo que el río, el cerro Mayaca y esta superficie continua, son tres “elementos naturales“ claves en la configuración de los particular del lugar.
Y el Cerro subyace como causa de ese orden natural.
• El clima general de esa latitud y ubicación próxima al océano, es modificado por los cerros circundantes que encierran un interior natural.
De esa complementación resulta una alta humedad del aire, temperaturas templadas y sin heladas y una ordenada distribución de las estaciones.
Los cerros circundantes y el clima son pues también dos nuevos “elementos naturales” esenciales de lo particular del lugar.
• Pero, con todo, ésta no es una zona de mera recolección de una vegetación natural. Es necesaria la obra artificial de regar.
El ciclo del riego comienza en el río, sigue en el canal, continúa hacia una napa subterránea de agua a la cual accede el agua de riego después de empapar adecuadamente la tierra, y termina nuevamente en el río.
La perfección de este ciclo que se aviene a la obra artificial, es un factor vital de lo particular del lugar.
• La exuberancia del árbol y las especies traídas aquí por la obra artificial, es el resultado de una ecuación que ata a todos los elementos naturales del valle. Ellos, los árboles, son el resumen y la manifestación visible de ese equilibrio natural invisible, único y particular del lugar.
Por eso, ellos son los que detectan y señalan un primer rasgo del orden del campo -que se enfrenta a la ciudad-, esto es, las tres calidades de la superficie del valle, y por su esplendor se convierten en un “elemento” natural del orden artificial, tanto de la ciudad como del campo.
Se observa que,
La ocupación de la superficie plana del valle se realiza al principio como un mero “estar del trabajo” y no como ciudad. Se definen cuatro fases que hemos denominado:
1. Fase Aborigen
2. Fase Incaica
3. Fase de la Conquista
4. Fase de las Iglesias
Fase Aborigen:
Detecta la potencialidad agrícola del valle. Se refiere a la ocupación de nativos, probablemente Picunches, que practicaron del el siglos XIII o XIV la agricultura y la ganadería con métodos rudimentarios y conocían el riego artificial.
No sabemos con seguridad cómo ocuparon el valle, ya que según algunos autores (Zapater) los Picunches no residían en pueblos, sino que cada uno tenía su rancho donde mejor le parecía para su sementera. Sólo cierto día convenido se juntaban en un lugar previamente elegido.
Fase Incaica:
El cerro Mayaca define un lugar; se forma una “galería” y un centro en el extremo sur. Se refiere a la ocupación de los Incas desde 1490 al establecerse una colonia de “Mitimaes”, cuya finalidad era afianzar el dominio enseñando las costumbres y la lengua del Cuzco y propagar sus métodos agrícolas e industriales.
Probablemente, dos factores intervinieron para definir el lugar de la nueva instalación, dentro de la superficie del valle: uno, el Cerro Mayaca, ocupado por un pucará de defensa, que resulta ser prioritario por ser único; otro, la facilidad de riego que aporta la proximidad del río.
Es probable que sea la “Mitima” incaica -que trae una técnica agrícola evolucionada y una larga tradición sedentaria- la que establezca la primera “calle larga”, esto es, un tipo de instalación que llamaremos “galería” (asimilándolo al nombre geográfico que designa al bosque extendido linealmente al borde de un río). Son huertos cuyas casas se alinean a lo largo del camino incaico.
Aunque la “galería” incaica incluye, además de la guarnición militar, una “kancha” o plaza que hace de centro en su extremo sur y cuenta con un establecimiento imperial de fundición del oro de Marga-Marga, no era sin embargo una “ciudad”, la cual entre los incas tenía una traza distinta y definida.
Sin contar con documentación alguna, vamos a suponer que la “galería” se extendió dos leguas y media, dimensión común en algunas instalaciones indígenas del norte.
Fase Conquista
Se refiere a la primera ocupación española desde 1541.
El cerro Mayaca comienza a ser abandonado; pierde su carácter defensivo y probablemente se mantiene solo como atalaya.
Pero al ocupar los españoles la instalación incaica y no fundar en otra localidad, el cerro Mayaca se transforma en el hito que marcará definitivamente la ubicación de Quillota. (una forma inamovible).
Pedro de Valdivia levanta en el centro de la “galería” una ciudad defensiva de adobón y palizada, lo cual probablemente desplaza hacia ese punto el centro de la instalación, reforzándose más tarde con una capilla para adoctrinar indios, que permanece hasta 1609.
No se ha estudiado la forma de trasferencia de propiedad y la nueva organización española del trabajo y la administración, pero podría suponerse que:
a) La instalación sigue como un mero “estar de trabajo” local.
b) Aparece por primera vez una división de la superficie con propiedades individuales fijas, las cuales talvez no interrumpen aún la posibilidad de continuidad de la superficie al tránsito.
Probablemente aquí se consolidan definitivamente las diferencias de tamaño de las propiedades: pequeñas y de cultivo más intensivo (riego) en la “galería”; grandes y menos intensivos en el resto del valle.
c) El “capital” más valiosos de la región es la mano de obra.
Habría que estudiar si este aspecto no produce desde ya una división social entre propietarios de la galería y el resto de la superficie, ya que el español no trabaja. Adicionalmente, aparecen en la superficie del valle pueblos destinados a reducciones de indios, urbanísticamente dependientes de la “galería” y sendas de tránsito continuo a pié, caballo y carretas.
d) La atención de la descarga de barcos en Valparaíso que es sólo un atracadero; el suministro de mano de obra para las minas de Marga-Marga; el suministro de alimentos para las mismas, esbozarían un carácter de “cabecera de región” tendida hacia el mar, que vendría a agregarse al “estar de trabajo” local de la “galería”.
Fase de las Iglesias
Se refiere a la llegada de las órdenes religiosas al lugar, a comienzos del siglo XVII. Ello significa la instalación del templo, preámbulo de la ciudad en aquella época y, en cierto modo, foco de vida ciudadana.
Un convento Franciscano se instala en el extremo sur de la “galería”, cuyo terreno cuadrado de 10 cuadras de extensión tapa la boca de la calle larga. En el otro extremo, se instala un pequeño convento de Jesuitas y el lugar pasa a denominarse “La Cruz”.
La llegada de ordenes religiosas tiene gran importancia. Además de la formalidad del culto y la actividad religiosa general, los Jesuitas, por ejemplo, aportan una formación intelectual, la enseñanza de oficios y normas de buena administración agrícola.
La “galería”, pues, se transforma en su estructura urbanística: ha desaparecido -probablemente desde varias décadas antes- el antiguo centro al medio, y aparecen dos centros, siendo el de los Franciscanos el más poderoso.
No se ha estudiado el desarrollo de la región en esa época, pero podría suponerse lo siguiente:
a) La instalación sigue siendo un “estar del trabajo” agrícola.
b) La época se caracteriza por una economía de subsistencia, con poca importancia del comercio.
Pero Quillota, en su vinculación con el mar, se desarrolla una artesanía de elementos náuticos y los fundos plantan cáñamo con el que se fabrican sogas. Eso se exporta al Perú.
Hay seguramente una guarnición militar destinada a apoyar a Valparaíso contra los ataques de los piratas. El mar es un elemento negativo: no es una posibilidad de salida sino de entrada, dominada por los enemigos.
Comienza a consolidarse, pues, la función de cabecera de región.
c) La población agrícola del valle alcanza la más alta densidad en toda el área del país que preside Santiago, lo cual es una de las principales motivaciones para la llegada de las ordenes religiosas.
Cabe suponer que -aparte de la galería- hay una marcada dispersión de propietarios. El orden del campo se refuerza con la casa de campo que asume numerosas funciones que garantizan su autonomía.
d) El Cerro Mayaca debe ser ya un cerro inútil.
e) Tanto el gobierno central como los vecinos, piensan en la conveniencia de fundar una ciudad.
Se observa que con la fundación de Quillota se abre una nueva etapa de confrontación y relación entre un orden ciudadano y un orden del campo. A lo que había sido hasta entonces un exclusivo “estar de trabajo” local, viene a agregase una traza urbana, es decir, un intento de vida ciudadana.
Probablemente la “galería” mantiene su función, pero esta vez, adherida a una ciudad, que más tarde pasará a ser su refugio.
Fundación de Quillota: La fuerza y magnitud del orden ciudadano.
• La fundación de Quillota se lleva a cabo en 1717, formando parte tal vez de un movimiento de ciudades que abarcó gran parte de Chile central durante el siglo XVIII, promovido por la corona (#). (una voluntad; no una necesidad). Pero en parte también, al parecer, la ciudad surge del requerimiento regional,
• Conforme a las normas de la época, la ciudad se concibe en una traza de manzanas sobre un terreno plano, donde hay un punto; un vacío: la plaza de armas, que configura lo público, regular y excepcional de la ciudad. Allí se crea la distancia -única en el conjunto- que otorga presencia arquitectónica a todas las instituciones, cada una con su edificio, en una simetría de enfrentamientos de fachada . Allí se agrupan también los vecinos connotados, porque tienen una gravitación pública y aportan dignidad y nobleza a la ciudad. Cada cosa tiene su convención de lugar.
• La traza urbana es una geometría que emerge de la experiencia de siglos de vida urbana. Ella regla y sitúa la vida en todas sus escalas, desde el interior privado al exterior común y público. Y aunque aquella geometría es una abstracción que se funda en lo particular de un estilo de vida, la potencia de esa abstracción permite a aquella geometría, aparentemente rígida y simple, admitir una gran flexibilidad a la arquitectura de la ciudad.
• De modo que quien no se incluye en las convenciones de esa traza, se aparta de la participación de la vida ciudadana de la época.
Por esta razón, se explica en Quillota el traslado de los Jesuitas desde La Cruz a la nueva plaza; y que los Franciscanos dividan su terreno que han mantenido integro durante casi 100 años de vida campesina, para dejar su templo, su convento y su plaza integrados al orden ciudadano.
Tan conciente es la fuerza de esta convención durante esa época, que en numerosas fundaciones del sur, durante el siglo XVIII, los terratenientes -cuyo dominio de verdaderos señores feudales en la dispersión de los campos es visto como un “caos”- son obligados a levantar residencias en las nuevas ciudades, con el fin de ceñirlos al imperio de lo público.
No sabemos si en Quillota haya sucedido voluntaria o involuntariamente una situación similar. Pero las crónicas indican que familias connotadas de la región, que también lo son a escala del país, levantan sus mansiones en Quillota.
• Esto marca una poderosa relación directa entre la ciudad y el campo, que se prolonga al parecer, durante más de 100 años. La razón parece residir en lo que hemos llamado la “magnitud” de la época, medida por una mayor fuerza o vigencia del “estar” sobre el “ir”, de modo que el “ir” no es sino una sucesión de estares.
Ello se proyecta a que las relaciones locales son muchísimo más fuerte que las que se establecen entre las diferentes regiones y sus respectivas ciudades. Así, de acuerdo a las crónicas de viajeros de la época, entre región y región, y ciudad y ciudad, se produce e veces amplias extensiones de “tierras de nadie”, y la ciudad se define por el tiempo local.
De paso, y por la misma razón, la ciudad nueva adquiere la primicia institucional, administrativa y militar sobre la región del mar, algunos de cuyo aspectos se conservan hasta hoy día.
• La elección del lugar de la nueva ciudad, parece definirse en cuatro consideraciones:
1. El Río
Cualquiera ubicación alejada del río, hay que descartarla debido al requerimiento del agua para las manzanas.
2. Lo ya construido
Dentro de la coordenada del río, evidentemente no convenía destruir la “galería” que ofrecía alta densidad y suplantarla por la ciudad, rompiendo al mismo tiempo la organización de trabajo existente. La ciudad se piensa completando la instalación existente.
3. El Cerro Mayaca, centro de concurrencia.
Dentro de la coordenada del río, si la nueva ciudad se ubicara, sea en la posición de la actual Calera, La Cruz o San Pedro, resultaría descentrada respecto al valle.
Por un antiguo origen, el cerro Mayaca era el punto de concurrencia del camino Santiago – Valparaíso; la ” galería ”; la ruta transversal a boco y la Palma (este último, tal vez, el de mayor importancia regional); y el lugar de un centro: el templo de San Francisco .
4. El modo de instalar la ciudad.
A diferencia de Pedro de Valdivia que estaba en situación, diríamos, originaria, aquí el terreno hay que comprarlo y “componer” el cuerpo de la ciudad:
a) El Rey (junta de poblaciones) adquiere el Sector 1 a Alonso Pizarro.
b) Los Franciscanos dividen su propiedad, Sector 2 y venden a censo las manzanas resultantes, reservándose la del convento y la plazuela.
c) Francisco Gallardo vende más tarde el Sector 3 al vecindario.
Se observa en la ciudad actual, la agricultura del orden antiguo y el nuevo.
1. Se observan 3 sistemas de traza:
a) La manzana española, con unidad de medida dada por la cuadra = 120mts. apoyado en la vía.
b) Las “galerías”, casas que siguen el camino y tiene arboledas detrás.
No tienen unidad de medida. Se prolongan indefinidamente, según el origen y destino del curso “natural” del camino. Se desprenden aproximadamente de los cuatro costados de la traza española, en las direcciones de los caminos.
c) Las “poblaciones”, cuya unidad de medida es la “casa tipo”; la vía no es unidad de medida. La base de esta traza es la serie.
No hay concepto de “calle”; hay “circulación”, una función abstracta, sin forma arquitectónica.
2. La traza de manzana y la traza de “galería” se fundan, en elevación, en el muro. Llevan en sí, una arquitectura de “fachadas” continuas.
Ello define la arquitectura de la calle. La “calle” es el elemento fundamental de la ciudad: un muro neto que contiene a la calzada.
Lo ciudadano que tiene la calle, se funda en su unidad de medida -en planta- y depende de la elaboración de la fachada -en elevación-. La calle, entonces, una exposición de la arquitectura de un muro, múltiple, cerrado, de puertas y ventanas. Algo simple y definido en cuanto a lo que deben hacer los arquitectos para que la ciudad aparezca como ciudad.
3. La traza de manzana se diferencia de la traza de “galería” en que el “ir” del sistema de manzana es “cerrado”, (es decir, la calle forma una figura en superficie) y el “ir” de la “galería” es abierto, (es decir, la calle solo forma una figura en línea).
Pese a la fachada, la “galería” no forma propiamente una traza de ciudad, porque no tiene la disponibilidad de todas las direcciones en un mínimo de recorrido. Tiende entonces a ser un camino habitado, sin idea de centro. (ver la debilidad de su evolución en Quillota).
4. La clave de cualquier traza es la concepción del “sitio” o lugar de la casa.
El sitio tiene dos opciones: o es un lugar puramente interior, o posee internamente un interior y un exterior. En el orden antiguo, la fachada es limite entre el “estar” interior del sitio y el “ir ” continúo como calle.
La traza de manzana y de galería, tiene un sitio con un sentido definido: una casa con una gran extensión con árboles. Por eso -e incluyendo los requerimientos de la higiene y la alimentación- el “urbanismo” oculto de los canales es el complemento necesario del de la calle.
El sitio de la “galería” y la manzana, sólo se diferencia en un matiz: el tamaño; cuando es grande : Quinta.
Pero, originariamente, no hay sentido de jardín: es más bien la arboleda.
La traza de población no tiene un sentido definido desde que abandona el concepto de ciudad jardín. Es, más bien, una disponibilidad de tamaños. Las casas más ricas: tamaños un poco mayor; las casas más pobres, como en el “cerro Mayaca”: el sitio es casi justo con envoltorio de la casa.
El jardín no adquiere proyección urbana. Y cuando el jardín quiere adquirir el sentido de “campo” abstracto, en el cual se sume la casa en un estar público, dicho estar se convierte en una “tierra de nadie”, sin dueño municipal ni dueño privado: un sitio baldío o un jardín meramente decorativo.
Se observan las concepciones del orden ciudadano antiguo en Quillota y su relación con los “elementos naturales “del valle.
• Se observa que la traza de manzana excluye de su arquitectura los accidentes naturales.
La ciudad es entendida en una abstracción autónoma, desde la cual puede acceder o no a la naturaleza. Su geometría es un sello regular que se implanta en el terreno (“elemento natural”) como la figura geométrica en el papel.
• Lo lejano.
Este sentido, esa separación, puede observarse en Quillota: al contemplar cómo las calles enfocan los cerros a distancia. La lejanía “natural” de los cerros circundantes del valle (“elemento natural”) solo se hace presente por intermedio de otra lejanía, no natural, que se intercala entre el ojo y el cerro. Esta es el eje recto de la calle, que la ciudad ha creado con su propio término o medida, para defender su interioridad. La relativa soledad y quietud de la calle, la aparta de todo naturalismo, porque la presenta a la contemplación sin la motivación del uso; y el cerro que se ve en la profundidad del eje, comparece entonces como un modo de retiro y no de aproximación.
Pero el secreto de la capacidad de abstracción de esa extensión, está en que ” la calle” es un espacio arquitectónico -en el orden antiguo- y no una circulación, una función. Y en tanto dicho espacio se constituye con figura propia, llega a ser a la vez un “elemento urbano”. Y no hay en la ciudad un elemento urbano de mayor magnitud que la calle; ella es “la” magnitud de la ciudad, construida – ingeniosamente- casi sin el aporte municipal, ya que cada vecino, al levantar lo propio, levanta al mismo tiempo la arquitectura de la calle. Así es que la magnitud de la calle en la traza urbana, viene a reflejarse en magnitud de población.
La magnitud es lo irrenunciable de la ciudad para ser tal, porque en ello funda su capacidad de abstracción, ya que la en oculta relación entre población, densidad y tamaño, la arquitectura instaura esa lejanía artificial que intercala ante la lejanía natural. (antigua disputa de Quillota por su magnitud: ser “villa” o “ciudad”).
• Lo cercano
En la concepción del orden antiguo, el cerro y el río (“elementos naturales”) son “obstáculos” con los cuales la ciudad establece solo una relación de “vecindad” y subarbio. En este sentido, la implantación de Quillota en relación al cerro y al río es similar a la de Santiago en 1830:
1. El cerro permanece como vecino inútil y desocupado durante varios siglos, tanto en Santiago como en Quillota.
2. En el crecimiento del orden antiguo, el cerro destituye la geometría y continuidad de la traza. Tras el obstáculo (en el caso de Santiago al crecer hacia el oriente), se forman vericuetos y callejones que tienden a permanecer intocados y marginados durante largos años. En Quillota, dicha marginalidad la ocupa la población callampa.
3. En el crecimiento del orden antiguo, el río también es un obstáculo que destruye la traza. En la ribera norte del Mapocho aparecen “galerías”; al sur del brazo seco de la alameda, la traza se convierte en callejones cortados que permanecen hasta hoy día. En Quillota, aparece Boco, y la ribera del río al oriente de la ciudad, es una espalda, un suburbio de callampas.
4. En Quillota el río no se ve. Es un visitante que se hace presente con su caudal plano cada 10 o 12 años, con una sección de agua de unos 400 mts. de ancho por 7 u 8 metros de altura. Más que un río, es más bien una ola que arroja la cordillera hacia el mar y recorre el valle durante algunos días. Pero la cordillera tampoco se ve. En este sentido natural, Quillota, en cuanto localidad, nuevamente aparece como medianía, como lugar de paso entre las grandes configuraciones continentales, el océano y la cordillera, ausentes; efecto sin presencia. Por eso, el río es un gran espacio abierto, una huella, cuya escala y tiempo natural escapa a la escala del obrar y a la temporalidad cotidiana de la ciudad, en el orden antiguo. Este destiempo es manifestación de la abstracción del orden urbano, el cual se traza a la escala del canal o la acequia y se desentiende del río, intercalando una distancia con él, tal como la célula se atiene al vaso que la alimenta y se desentiende de la arteria que le da la vida. Esa relación es vecindad.
Se observa, entonces una relación de “vecindad” (un modo de estar “cerca” pero no “junto” y en posesión) entre el orden abstracto de la traza ciudadana antigua y el orden natural de un valle particularizado por el río, el cerro Mayaca, la montaña y el árbol.
Y esta relación de estar “cerca” parece consumarse en un mutuo ocultamiento entre el orden natural y el orden artificial de la ciudad, de modo que, desde el interior del orden ciudadano, se tiende a esconder el orden natural, y desde el interior del orden natural, se tiende a esconder la ciudad.
¿Es esta un a voluntad arquitectónica, una forma de presencia?
DIbujo
Se observa la presencia de un “orden nuevo”, un cambio de magnitud, cuyos signos se hacen presente en algunas esferas de la vida ciudadana.
• Primer Signo:
El “ir” se hace preponderante sobre el “estar”.
“La vida de la ciudad está en el ir y no en el estar” (Proyecto Achupallas 1954). El “estar” pasa a integrarse al “ir” y gradualmente, -en el interior de un urbanismo de relaciones- la vida de la ciudad va a depender en gran parte de la conquista de relaciones urbanísticas fundadas en la nueva magnitud del ir.
Ello provoca la siguiente secuencia de cambios del orden antiguo en Quillota:
a) Hasta comienzos del siglo pasado, el orden antiguo se mantiene estable, y Quillota es cabecera de Región y centro local. (#)
b) Con la apertura del mar, aparece Valparaíso como ciudad. Desde ese momento, Quillota pasa a depender de la relación de dos ciudades: Valparaíso y Santaigo.
c) Con el desarrollo de Valparaíso y el trazado del ferrocarril, Quillota pasa a constituirse sólo como ciudad de paso y centro local (#). El gran “camino” de la ciudad de paso es el ferrocarril, cuya potencia desmesurada sobre el camino de tierra, ejerce la primacía en el desarrollo de la ciudad durante casi 80 años.
d) La estación se ubica vinculada al antiguo cruce de caminos de tierra, Inter-regionales y locales. Aparece un nuevo concepto de centro no institucional, esta vez, de comercio y trabajo del transporte, fundado en la nueva magnitud del “ir”.
• Dado que el ferrocarril no es un transporte de “puerta a puerta”, la estación se convierte en un “puerto” de distribución local, un solo punto que concentre la concurrencia, a manera de una puerta de la ciudad, la cual también se abre como paseo.
Entre la plaza institucional y la estación, surge un tránsito obligado y una concurrencia desusada para una ciudad relativamente pobre y de baja densidad.
Ahí nace el comercio de paso que coincide con el camino local, generándose un centro comercial que hoy día ocupa casi exactamente la superficie de la antigua parcela franciscana, y desplaza el centro a una posición asimétrica.
• El sistema abierto de la “galería” no aporta comercio. Probablemente el proceso “vegetativo” de división de la tierra, afecta en mayor medida al antiguo orden, de suyo basado en propiedades pequeñas, lo cual conduce a un empobrecimiento gradual del primitivo “estar del trabajo”. La pérdida del sentido productivo cambia la naturaleza de la “galería”, y refugiándose en la proximidad de la ciudad, pasa a sostenerse en una inercia de propiedad con una “clase media”, agrícola-urbana. Pero la relativamente alta densidad de la “galería” financia las circulaciones locales, apoya el nexo con el nuevo centro de Calera y se sostiene como una fuerte camino de acceso.
Hasta aquí revisión exhaustiva
e) Un nuevo momento de profundas transformaciones de Quillota queda marcado con la llegada del automóvil, su capacidad de transporte “puerta a puerta” y su disponibilidad que otorga a cada vecino su propia y distinta capacidad de ir. Estas transformaciones comprenden:
1. Aparición de transporte interno urbano y de la propia ciudad como obstáculo.
2. El ferrocarril es superado por el transporte puerta a puerta.
3. Aparición de un eje de crecimiento de la ciudad fundado en el ir.
4. Desaparece el antiguo concepto de límite urbano y regional.
(#) Quillota tiene, inicialmente, gran fuerza como cabecera de región y desde ella se desprende una energía fundadora.
Nace en Quillota en 1813 Dolores Pérez de Álvarez que subasta en 1839 la hacienda Viña del Mar, y funda Viña del Mar.
En 1800, nace Jesús Valencia, fundador de Quilpué.
Rafael Ariztía, ligado a la fundación de la Universidad Católica de Valparaíso llega a Quillota en 1870.
(##) Al fundarse como ciudad, Quillota -cabecera de región- capta para sí, la relación con el embarcadero de Valparaíso, a lo cual se opone Santiago, intentando impedir dicha fundación.
Luego, Valparaíso capta poderosas relaciones urbanísticas internacionales y Quillota se reduce a ciudad de paso.
Pero una “inercia de propiedad” conservan hasta hoy día la residencia militar, administrativa y de servicio que sostiene a la ciudad, y proviene de su antiguo rango de cabecera de región.
1. Se observa que la aparición del transporte interno urbano y su posterior desarrollo, va a insinuar inmediatamente dos transformaciones del orden antiguo.
a) La no homogeneidad de la traza urbana.
El orden antiguo concibe la traza como superficie homogénea, dentro de la cual todas las calles son de igual ancho. Lo preferencial, no homogéneo, queda dado por la casa, la importancia del vecino y, en consecuencia, por la elaboración arquitectónica de la fachada y la extensión de su sitio o estar.
El orden nuevo, en cambio, trae lo no homogéneo por medio del “ir”. Allí, lo preferencial se da en la distinta intensidad de las vías, surgidas de las mayores densidades del estar que ellas deben recoger y trasladar. Dado que el “ir” posee un poder generador de estares (#), a mayor densidad del ir se acopla una mayor cantidad de estar, de modo que lo no homogéneo del “ir” tiende a crecer ilimitadamente en su no homogeneidad.
b) La traza antigua se convierte en obstáculo.
Pero la tendencia a un crecimiento ilimitado del “ir”, encuentra su límite en el obstáculo físico que le opone el ancho de la calle antigua. Dado que la capacidad de ir es un patrimonio individual, no controlado en el orden nuevo, la tendencia al crecimiento ilimitado puede llevarlo a una contradicción, vale decir, a atascarse frente al obstáculo de la calle y perder todas las propiedades de velocidad y volumen que le son propias.
La ciudad antigua se hace entonces obstáculo para el orden nuevo que lleva dentro de sí.
Adicionalmente, dicho obstáculo repercute en la tendencia a “no entrar” en la ciudad, con lo cual ésta, en su conjunto, se aparta del poder generador de “estar” que posee el “ir”, en cuanto a relaciones externas, lo cual a su vez, resulta tanto más esencial cuanto Quillota vive como ciudad de paso.
• Tanto la tendencia a lo no homogéneo de la traza nueva, como la situación de obstáculo de la ciudad, se refiere indirectamente a la posición geométrica del centro, cuya ubicación histórica se cuestiona frente a los requerimientos del orden nuevo. Esto no es extraño, ya que desde su origen, Quillota parece debatir la posición de su centro.
• Por otra parte, el orden antiguo muestra “irreductible” arquitectónico cuando los planes de urbanismo pretenden instaurar a nueva magnitud de ir en lo homogéneo de la traza antigua: Por una parte, al tratar dichos planes de descongestionar la calle, enviando fuera de la ciudad el tránsito de paso, (##) marginan al mismo tiempo a la ciudad del poder generador del “ir”; por otra, cuando por el contrario, proyecta ampliar las calles, se ven obligados a demoler la totalidad de las casas que la constituyen, ya que el orden antiguo se funda en el límite de la fachada que agrupa a la casa en el borde de la manzana. La ampliación de una calle de siete cuadras, por ejemplo, equivale a demoler a tres manzanas y media completas. Dado que el orden nuevo -en Quillota- no tiene el poder para hacer toda la ciudad nueva, la ampliación proyectada se prolonga indefinidamente en el tiempo. Dado también que la instauración del orden nuevo en el “ir”, no depende sólo de una calle, sino de un sistema o red, resulta que la temporalidad de tal cambio se aleja de la “magnitud” actual de la ciudad, mostrándonos así, indirectamente, que la ciudad funda su modernidad en la “convvivencia” de lo viejo con lo nuevo.
2. Se observa que cuando el sistema ferroviario es sustituido por el automóvil (sistema rodoviario) pierde vigencia el punto único de la estación, que reunía tanto al pasajero como a la carga y era el nexo de la ciudad y el campo en sus relaciones mutuas y externas.
Con el transporte puerta a puerta del automóvil, no hay trasbordo y cada punto establece una traza de relaciones propias con el otro. De allí que la ciudad, en su conjunto, pasa a mantener relaciones externas propias e independientes de las del campo.
• El centro comercial, que en sus primeros pasos se ha sostenido en el ferrocarril y en el cruce de caminos, mantiene su vigencia y sigue orientando la circulación del automóvil en su posición asimétrica.
3. Se observa que al pavimentarse el “Camino Troncal” antiguo, sin considerar las posibilidades de un nuevo trazado, se consolida el orden antiguo, desconociendo los requerimientos de la nueva magnitud del “ir”.
Entonces, el sistema general de circulaciones que alimenta a la ciudad de paso, se aleja del río hacia el interior, en posición asimétrica, según el centro tradicional.
En consecuencia, el crecimiento físico de la ciudad (poder generador del “ir”) se orienta preferentemente invadiendo los campos cultivados y al mismo tiempo, se provoca el problema de la ciudad como obstáculo al penetrar el camino a la traza antigua.
La posterior construcción de la autopista internacional y sus correspondientes accesos 1 y 2, refuerza el desplazamiento del eje de circulaciones hacia el interior, acentuando la tendencia al avance de la ciudad sobre terrenos cultivados como la situación de obstáculo.
El bolsón “A” y el cruce “B” favorecen la expansión del reticulado urbano hacia el oriente y hacia el sur. El acceso “2” refuerza el camino troncal, acentuado por lo tanto el obstáculo de ingreso a la traza antigua.
La opción -ya perdida- de un trazado de la autopista por el borde del río consolidando su ribera oriente, habría permitido modificar el esquema del orden antiguo, como así mismo, el destino del cerro Mayaca, abriendo la posibilidad de una expansión de la ciudad a partir del río, sobre ambas riberas.
Aún con el trazado actual de la autopista, probablemente una ubicación del acceso “2” más hacia el poniente, habría permitido intentar disminuir el efecto de “obstáculo” de la ciudad.
La nueva magnitud del “ir” trae consigo una condición de “continuidad” distinta a la del orden antiguo. Los factores que inhiben la nueva magnitud de continuidad son:
• El cambio abrupto de dirección (por ejemplo, el ángulo recto) y
• El cruce de direcciones (#)
Esto quiere decir que el “ir” del orden nuevo posee una mayor inercia -o tendencia a permanecer en el estado anterior de velocidad y dirección- que el del orden antiguo.
Se observa que en Quillota, no obstante lo señalado en los puntos 1, 2 y 3, tal condición de continuidad influye decisivamente en la situación de obstáculo que ofrece la traza antigua a la nueva magnitud de continuidad del “ir”:
a) La forma de encuentro entre la ciudad y el camino de acceso que se da en el orden antiguo, no se aviene a la nueva magnitud del “ir “, porque -por las razones dichas- ésta no tiende a difundirse en la traza homogénea ortogonal antigua. De modo que frente a la “nueva magnitud” que trae el camino (incluido el mayor volumen) caben dos alternativas para dicho encuentro:
Una: Ensanchar la calle (ruptura del orden antiguo);
Otra: “Difundir” la nueva capacidad creando un elemento adicional, un “abanico” de distribución del camino sobre varias calles del orden antiguo.
En una ciudad de paso como Quillota, el abanico de entrada sólo tiene sentido si se complementa con una salida.
Se observa en Quillota:
• Hay abanico “natural” en el sector poniente (1), pero no hay abanico en el sector oriente (2) opuesto.
• Hay abanico formado por el troncal en el sector sur (3) aunque está cortado; pero no hay abanico en el sector norte (4) opuesto.
Dado que tampoco hay ensanche de calles, se tiene -en resumen- que la única vía que presenta continuidad de origen y destino es el camino troncal de 1717. No hay, por lo tanto, adecuada difusión de la capacidad de tránsito. La mayor parte de las calles, en dirección oriente-poniente y norte-sur, tiene entrada y no tiene salida, o no tiene salida pero sí entrada, en continuidad. Para lograr su destino, debe entonces efectuar uno o varios cambios absurdos de dirección o cruces con vías de igual o mayor volumen, lo cual es obstáculo que inhibe su continuidad a escala de la nueva magnitud del “ir”.
b) Se observa que el terreno A, B, C y D es un obstáculo que rompe la continuidad de expansión de la traza antigua, generándose dos sectores, I y II de “galerías”, que permanecen desconectadas entre ellas, carecen de vías transversales y tienen técnicamente la mitad de población que la manzana.
Indirectamente, dicho terreno aleja del centro ambas ramas del camino antiguo, provoca el agrandamiento del radio urbano creando zonas intermedias no ciudadanas (galerías) que debilitan el financiamiento (frecuencia) del sistema de movilización y aleja las poblaciones nuevas de alta densidad. Éstas surgen entonces, como otros tantos obstáculos, con una estructura interna sin relación con la traza general.
Al mismo tiempo dichas poblaciones, por distancia, o quedan sin centro o crearán en el futuro “poli-centros” que debilitarán el centro principal de vida pública. En ese caso, la totalidad del sistema tendería a una desconcentración que impediría a la ciudad aprovechar la potencia de su población para captar nuevas relaciones ciudadanas basadas en la cantidad. (vida pueblerina).
4 Resumen
La nueva magnitud del “ir” y en el especial el transporte “puerta a puerta” que relaciona sin trasbordo cualquier punto con otro, al ser puesto a disposición de cualquier vecino, rompe el antiguo concepto de limite urbano.
La traza (del “estar” antiguo) que antes excluía de la vida ciudadana a todo aquel que no se inscribiera en su geometría, pasa a ser sustituida por un “sistema o red” de puntos y relaciones fundado en aquella nueva magnitud. De modo que cualquier punto que logre incorporarse a esa red, según su propia capacidad de “ir”, tiene en potencia la posibilidad de inscribirse en la vida ciudadana. Así, el lugar de estar “permanente” dado por el dibujo de una traza, viene a ser sustituido por la “posibilidad de lugar”, o sea, una potencialidad que se extiende sin limite visible y que solo se actualiza en sus diferentes escalas según el libre juego, fugaz y cambiante, de la lucha que entablan los puntos entre si para captar nuevas relaciones urbanísticas.
La nueva magnitud del “ir” trae, por lo tanto, no sólo la inestabilidad y movilidad del limite, sino – con ello – simultáneamente un cambio en la noción de unidad y forma de la ciudad y la región. En Quillota se observa que dichos cambios de magnitud abarcan cuatro escalas distintas:
a. Escala interna de Quillota.
El limite urbano deja de ser una referencia valida para determinar la “forma” de la ciudad en su conjunto (#1). De aquí que los planes de urbanismo basados en reglamentar una forma total fija (una nueva traza urbana) pronto son trascendidos por el peso de los hechos que trae la nueva magnitud de “ir”.
b. Escala externa de Quillota en su relación con Calera.
Las que eran antes dos ciudades con su propia autonomía administrativa y funcional, tienden ahora a constituirse en una solo ciudad. En el actual periodo de transición, marcado por ese paso de dos ciudades a una ciudad, la “galería” que las une se divide en 3 partes: una próxima a Quillota, en que el antiguo “estar del trabajo” pierde su productividad y se refugia en un estar ciudadano sin estructura de tal, con lo cual pierde su forma arquitectónica (#3); otra que sigue incorporada al orden del campo y acrecienta su producción; finalmente otra más, más o menos “indiferente” que nunca ha tenido una fisonomía muy definida, próxima a Calera. La creciente union entre ambas ciudades, es asumida por una sola calle, la “calle larga”, angosta y tortuosa.
c. Escala externa de Quillota en su relación con el campo.
El campo de la localidad de Quillota pasa de un orden antiguo de fundos extensos, a un orden nuevo de parcelas, cuya pequeña dimensión es rentable gracias a las alta productividad de la tierra explotable intensivamente (#4). Es el “estar del trabajo” semejante al de la antigua “galería”, que en el orden nuevo se ha aplicado a toda la superficie plana cultivable. Como antaño, la casa de la parcela es un modelo ciudadano (un “chalet”); numerosos propietarios son de origen extranjero. El nuevo orden del trabajo trae la tecnología y la información tecnológica que conecta a los agricultores con California y otra regiones del mundo. La nueva magnitud del “ir” vincula directamente la vida del trabajo del campo con Valparaíso y Santiago. Igualmente sucede con la vida social de los agricultores. En sus principales relaciones, pues, el campo de la localidad “se fuga” de Quillota. La ciudad aparece casi marginada de su localidad, la cual se ha integrado a las dos ciudades que ahora polarizan el valle: Valparaíso y Santiago. En un periodo de tiempo que se compara con el crecimiento de Valparaíso, Quillota ha pasado de ser cabecera de región a sólo constituir un mínimo servicio regional(#5).
d. Escala externa de Quillota en su relación internacional.
Al trazar Valparaíso la conexión internacional con Mendoza, Quillota – situada solo a 45min de Valparaíso- carece de significación como ciudad de paso, dentro de la nueva magnitud del “ir”. Resulta entonces excluida como punto de detención. Por otra parte, la autopista opera como un puente que no toca la tierra sino en puntos distanciados, verdaderas puertas que aseguran la continuidad del tránsito pesado (mucha inercia) eludiendo los centros urbanos intermedios. Ello determina la existencia de un doble sistema de caminos, puesto que “el troncal” antiguo queda destinado de hecho, al tránsito de recolección, que se justifica y financia atravesando centros urbanos. Esa es la nueva escala de Quillota como ciudad de paso.
Si se excluye de la representación la red ferroviaria (poco vigente) y de la autopista-puente solo se indican sus “puertas”, aparece la lógica estricta de la “red de recolección” que regula el orden antiguo del campo y muestra a Calera y Quillota como ciudades de paso de esa red.
Se observa que el camino troncal recolecta todo el sector y que a cada camino de penetración oriente-poniente corresponde un núcleo de mayor densidad de vías en traza de manzana, es decir, un intento ciudadano. Un camino de circunvalación recolecta los bordes de mayor producción y -en el orden antiguo- el circuito se cierra en las estaciones ferroviarias de La Cruz y Quillota. (#) Hoy, las “puertas” de la autopista sustituyen a la estación.
La zona de mejor clima y mayor producción, queda señalada por la tendencia a una mayor subdivisión de la tierra y mayor densidad de vías. (ver plano anterior).
La interferencia de esta zona de mejor clima con el camino troncal, explica que los núcleos 1 y 2 sostengan aún una creciente producción y permanezcan como “estar del trabajo”; mientras, al mismo tiempo, la explotación agrícola de las parcelas situadas entre el núcleo 3 y Quillota, no han podido resistir la subdivisión de la tierra de peor clima, transfiriéndose entonces a un “estar ciudadano” degradado, que se apoya en la “capacidad de ir” de la calle larga.
Por lo tanto, la expansión de la red ciudadana sobre la “galería” se produce por la complementación de un desequilibrio: por una parte, el debilitamiento del orden campesino y por otra, el poder generador del “ir” que aquí se ejerce por la fuerte tendencia a la unidad entre Quillota y Calera, basada en la nueva magnitud del “ir”.
Esta situación hace pensar que, de no mediar un salto que intensifique la productividad en el “estar del trabajo” “1”, “2”, “7” y “8”, y subdivisión que le es connatural puede servir de causa para que la creciente intensidad del “ir” entre Quillota y Calera, genere y propague allí también un “estar ciudadano”, complementando así la unión entre Calera y Quillota. Tal posibilidad se acrecienta por el hecho que la “galería” no es una sola calle, tiene un “espesor” (no indicado en el esquema: ver plano anterior) que alcanza a dos y hasta tres calles paralelas, tortuosas y bloqueadas por el ferrocarril, que forman bolsones son continuidad del cultivo. Si la ciudad avanzara por esa franja, se aislaría el sector II del III, multiplicando el proceso de fraccionamiento de la superficie cultivable original (elemento natural) lo cual parece marcar el primer paso del debilitamiento del orden del campo: la perdida de continuidad de la superficie.
No se ha estudiado el orden nuevo del campo, pero puede observarse que el trabajo del campo no ha sido llevado a su extremo y prevalece la traza del orden antiguo. La nueva magnitud del “ir” ha abierto relaciones internacionales que están a escala de las potencialidades de productividad del valle. Pero para conquistar tales relaciones, el orden nuevo del trabajo exige dar acceso generalizado a una alta tecnología de explotación, esto es, constituir el campo en una fabrica, cada uno de cuyos elementos se establecen en función de alcanzar el límite de productividad (calidad-cantidad) ofrecido por la potencialidad del valle en su conjunto.
Tal posibilidad existe en el valle, cuyas condiciones se comparan y pueden alcanzar las formas de trabajo equivalentes a California. Dicho “extremo” del trabajo -ahora como antes- daría su figura “urbanística” al campo y con ello, su figura y límite a la ciudad.
• Segundo Signo
El cambio de magnitud que trae el orden nuevo, termina con la antigua relación de “vecindad” que existía entre el orden abstracto de la ciudad y el orden natural, pasando en cambio a configurarse un nuevo modo de relación de la ciudad – que podríamos llamar de posesión o conveniencia, o continuidad con los “elementos” naturales del valle: la superficie, la montaña, el cerro, el río, el árbol.
La superficie del valle y el orden del campo.
En el orden del campo, la nueva relación se traduce a una visión científica de la naturaleza, dentro de la cual la obra artificial pretende identificase y adecuarse lo más íntimamente posible con los mecanismos internos de los ciclos naturales descubiertos por la ciencia (#). La obra artificial que da forma a este orden campesino, se lanza entonces a “reconstruir” la naturaleza para gobernar y utilizar en un ciclo regular, lo que ella es en lo fortuito e irregular. La obra artificial de la explotación agrícola entonces -a diferencia del orden antiguo- reconstruye un ámbito completo, cerrado -un “urbanismo” del campo- destinado a gobernar cada uno de los factores o propiedades que intervienen tanto en aquel ciclo de pleno desarrollo de la especie como en las labores necesarias para cultivarla.
De aquí que cualquier interrupción ajena al orden del campo que rompa aquella homogeneidad, (incluyendo en ello la continuidad de la superficie) va a constituir un factor de desorden.
Tal relación con la naturaleza, crea una geometría estricta fundada en la economía natural, que tiende por lo tanto a hacer del campo un mundo autónomo, específico, sin interferencias, cuyo espacio va a diferenciarse radicalmente del que pertenece a la casa. Por eso, en el “estar del trabajo” la superficie densamente cultivada comienza en la arista misma en que termina el muro de la casa, y en el borde mismo del camino de acceso de las máquinas. En el espíritu de lo homogéneo, no hay cabida para “alrededores”, ni para espacios intermedios, ni para superficies sobrantes sin destino. Y si el orden del campo se extremará, este misma forma de espacio autónomo y bordes nítidos se aplicaría a la relación del campo con la ciudad.
Esquema del concepto que trae para la superficie del valle, la nueva relación de “posesión” de la naturaleza.
a. La traza del orden de la ciudad y del orden del campo incluye la posesión de los “elementos” naturales, para sobrepasar -con su nuevo poder de acción- los “accidentes” naturales.
• El río separa el orden del campo del orden de la ciudad.
• El borde nítido que marca el límite de la superficie del campo, coincide con lo inamovible del borde natural: el río y la montaña.
b. Lo homogéneo, requerido por la reconstrucción artificial de la naturaleza, proviene del trabajo primordial del valle -el campo- y no de la vida ciudadana. Lo homogéneo da su figura a los elementos del “urbanismo” del campo:
El río:
• El río se urbaniza en sus dos riberas por el “ir” de paso, en sus dos formas: la recolección y el tráfico cordillera océano. Presencia de lo homogéneo en la forma del río.
La urbanización del río de flujo irregular; trae la regularización del riego: homogeneidad del agua.
La superficie:
• La mayor superficie y la mejor calidad de los terrenos se dedican por entero al cultivo: homogeneidad y continuidad del superficie. La ciudad se ubica en lo accidentado de menor calidad.
• El camino de penetración de la superficie forma una “traza” que admite un acceso homogéneo a todos sus lugares; continuidad y rapidez del camino pavimentado: homogeneidad del vehículo
El árbol:
• El árbol regado resume la economía natural: él, hace con el clima (la cruz) lo que la urbanización hace con el río: regulariza el clima que le es más favorable a su desarrollo, y afianza así la potencia del orden del campo.
• Aquí hay un extremo en la “reconstrucción” de la naturaleza.
Las condiciones de clima son adversas al producto. Aparece así la versatilidad de los limites regionales permitida por la magnitud del orden nuevo. Si la potencia de las relaciones es suficiente, el lugar modifica su vocación, lo cual puede lograr introduciéndose en el interior de las leyes que regulan el ciclo natural.
• La “reconstrucción” del ámbito natural hace comparecer la homogeneidad en que se basa su cálculo.
• La instalación que se ve al centro, muestra que no siempre la ciudad puede prever que los centros de elaboración agrícola se radiquen en ella, como lo anhelan los planes de urbanismo al pensar la relación ciudad-campo. El orden del campo -una fabrica- pueden crear donde quiera sus centros. Esto es parte también de la nueva magnitud del “ir”.
• El nuevo orden del campo trae también la homogeneidad y continuidad de la superficie. Tal homogeneidad adquirirá una forma u otra según el cultivo, pero siempre estará presente en el orden nuevo del campo.
• El mundo autónomo y específico en el orden nuevo del campo, termina con los “alrededores” y los espacios intermedios. El campo “excluye” a la casa y la asila en su propio estar creando un borde neto.
• Lo mismo ocurre con el camino.
• Aquí también comparece -en otra forma- cómo lo específico del orden nuevo del campo termina con los alrededores.
La casa y las instalaciones se encajan en un mínimo de superficie geométricamente regular, en donde todas las casas caben al justo
El cerro, el árbol y el agua (el río)
a. La nueva relación con la naturaleza genera el impulso de incorporar el cerro Mayaca a la ciudad.
El orden nuevo no soporta la vecindad inútil del cerro. Para poseerlo, recurre a convertirlo en un parque, vale decir, en un “elemento urbano” que no se incluía en la concepción de la traza de manzana española antigua (#)
El cerro Mayaca no escapa a ese impulso, esa tradición y esa condición. Pero los nuevos planes de urbanismo solo “programan” la destinación de una zona funcional “parque”, y al hacerlo, rodean el cerro-parque con un anillo de circunvalación.
Sin embargo, ningún “elemento urbano”, vale decir, una forma capaz de orientar y dar figura a la ciudad, puede surgir de una “programación”; al contrario, el elemento se basa -como la calle del orden antiguo- en una forma arquitectónica particular.
Por esta razón, la propia programación “a-isla” al cerro de sus proyecciones ciudadanas y lo inútil del cerro vacío permanece igual en lo inútil del cerro arbolado, tal como ocurre en numerosas ciudades del valle central, donde el cerro -convertido en objeto- es excluido del orden urbano, subsistiendo sólo como testimonio de un anhelo y no como realización efectiva, capaz de modificar la estructura de la ciudad en función a una nueva relación con la naturaleza.
Quillota se incorpora así, casi con 100 años de atraso, a un movimiento de creación de parques que aparecen en Chile a fines del ciglo pasado y llega rodeado de un aura de hacer de la casa más casa y la ciudad más ciudad; probablemente esto se vincula a la actividad de Gay y a la influencia francesa.
Testimonio de este movimiento son los cerros-atalaya del orden antiguo, en un gran numero de ciudades grandes y chicas del valle central, que se arborizan al mismo tiempo que se sacralizan o monumentalizan; por ejemplo, Santiago, Curicó, Talca, Concepción, etc.; simultáneamente sobreviene una transformación de la casa de campo y de casas principales de la ciudad, a las cuales se incorpora el lujo natural de un “parque exótico”, un nuevo elemento que antes no existía: por ejemplo, Parque Cousiño, Parque Macúl, Santa Rita, Parque de Lota, Quinta Vergara, Quinta Rioja, etc… y numerosas casas de campo por todas partes. Probablemente pertenece a ese momento el Parque San Isidro en Quillota.
Sin embargo, comparado con el orden antiguo, la debilidad del urbanismo actual -en Chile- se debe a su incapacidad de crear “elementos urbanos” que dan orientación y figura a la ciudad, especialmente en los casos en que tales elementos no se inscriben en la nueva magnitud del “ir”. En virtud de la traza, en el orden antiguo, dichos elementos se generan automáticamente con la obra de los vecinos; en el nuevo, se generarían a partir de una organización pública común, la cual sin embargo no posee la fuerza que significa.
Por esta razón, los nuevos “elementos urbanos” solo aparecen gracias a un azar histórico, utilizando terrenos sobrantes que no cuestan nada y permiten poner en ejecución los conceptos que los arquitectos han creado. Por eso, la Alameda de Santiago sigue el curso del lecho vacío del Mapocho; El parque Forestal nace de la canalización del río; el camino turístico de Con-Con, de las obras abandonadas del ferrocarril; el Parque Cousiño, de la donación de un rico. Y al revés, el Parque del Sporting se pierde hoy, porque los propietarios de un bien de la ciudad deciden lotearlo y venderlo.(#2)
b. La nueva relación con la naturaleza termina con el sistema de canales de irrigación del interior de las manzanas. Aparece la cañería de agua potable que los sustituye y con ello, desaparece la relación de “vecindad” con el río que establecía el orden antiguo.
La higiene y el confort del agua potable de cañería, pueden ser vistos como formas de la nueva relación con la naturaleza. (#)
• Al eliminarse el canal, muere el árbol que ocupaba el centro de la manzana y al mismo tiempo, deja de ser vigente la concepción interna del “estar” antiguo.
Paradojalmente, pues, la nueva relación con la naturaleza termina con el árbol, “elemento” esencial del orden natural para Quillota; el interior del sitio se degrada entonces como extensión sin destino y las autoridades piensan en un “parque”, el cual agrupa al árbol en un elemento urbano autónomo, ajeno a la traza.
En el tránsito entre el orden antiguo y el nuevo, no hay -en este caso- “convivencia”. El orden nuevo desarticula al antiguo y se produce lo in-forme.
(Dado que el agua ahora es un “producto”, solo los más ricos construyen pequeños jardines interiores, los cuales sin embargo no alcanzan protección urbana).
(#) Todo hace pensar que ese naturalismo del orden nuevo, al aplicarse al trabajo, hace aparecer visible el artificio tecnológico que lo anula, y lo hace desaparecer el hecho natural visible que lo provoca. Se produce así la paradoja de que la posesión de la naturaleza llegue a una forma que separa a ésta de lo sensible.
Así, en lo que se llamaría el “confort” -anulación o economía del trabajo de la casa o la ciudad- el agua desaparece de la vista cuando la cañería y la secuencia de sistemas y artefactos que la complementan, sustituye al canal antiguo.
Al mismo tiempo, es esa reconstrucción interna del ciclo natural, propia de la nueva relación con la naturaleza, la que no sólo genera los sistemas de manipulación del agua, sino que modifica también el agua misma, en busca de la higiene.
• En el manejo del agua, la cañería, al incorporar por ejemplo la presión como “propiedad” del ciclo del agua, permite que el “camino del Agua” pueda trazarse tridimensionalmente en el espacio en cualquier sentido, venciendo así al canal, que sólo logra desplazamientos en el plano. Si a esto se agrega que lo hermético del ducto termina con la “vecindad” del agua otorgando nuevo grado de disponibilidad para la asociación de lugares de la casa, se tiene que nueva relación con la naturaleza -en lo concierne al agua en la ciudad- consigue la libertad de forma en la tridimensionalidad del espacio.
• El agua, don gratuito y disponible, como el aire para la vida en el orden antiguo, en el orden nuevo es elaborada en sus propiedades, en función de la higiene, transformándola en un “producto” administrado, medido y pagado. Dicha elaboración termina en “una solo agua” capaz de satisfacer todas los requerimientos de la casa (homogeneidad).
Pero en el orden antiguo, el canal también tenía su higiene. Probablemente existía una doble red de acequias que atravesaban las manzanas: una “limpia” que servía de fuentes, y una “sucia”, de evacuación. La limpia aporta las aguas para la comida (se hierve al cocinar) y las que requieren el aseo y el lavado de la ropa. La tierra que arrastra el agua, se decanta en grandes tinas de madera situadas en el patio de servicio, agregándole hojas de tuna. El agua para beber se depura en filtros de piedra; o se trae semanalmente en pequeños barriles desde una vertiente; o se extrae de pozo cuando, como en Quillota, hay napa subterránea próxima.
El baño, el bidet y el lavatorio son identificados como objetos o muebles transportables porque no hay noción de un gesto que una el cuerpo a un artefacto, y se usan entonces en el dormitorio-pieza, espacio extensivo y no especifico. La manipulación del agua es un inmenso trabajo que marca la estructura y la vida de la casa, el cual se realiza normalmente porque hay muchos brazos: el agua se transporta en baldes desde el canal a la tina y desde la tina a los artefactos en cada pieza. El agua “usada” sigue el mismo método.
El mueble-excusado, alejado del estar, está sobre la acequia sucia.
Desde la acequia limpia, se desprende un derrame que sirve para regar el sitio, concebido extensivamente como un pedacito de campo, oculto por el muro edificado de la calle.
El centro de la manzana y el interior de la casa se estructura sólo en las dos dimensiones de la “vecindad” del agua, con sus acequias, árboles y hortalizas, patio de servicio con baldes y tinas que se desparraman desde la cocina, mientras lo representativo de la casa se vincula al borde-fachada de la manzana y a lo ciudadano de la calle, el salón, el zaguán, el corredor. El interior del sitio no es “productivo-económico”, sino una abundancia y calidad que son parte de la dignidad y autonomía en la preponderancia del “estar”.
La higiene de los antiguos, elabora entonces varias aguas: el agua descantada, el agua filtrada, el agua hervida, el agua usada y el agua “natural” de riego.
° Tercer Signo:
El orden nuevo trae una nueva concepción del espacio, la cual en su aplicación al caso de Quillota, cristaliza principalmente en los conceptos de “espacio mínimo” y “ciudad jardín”.
Pero estos conceptos, al sustituir al orden antiguo, llegan sin embargo como formas bastardizada (#1) y no en su forma extrema, resultando por lo tanto incapaces de asentar en ellos un orden nuevo para la ciudad.
El concepto de “ciudad jardín” piensa la ciudad como conjunto de casas aisladas. Al aplicarse en Quillota, dicho concepto rompe la “arquitectura del muro” de la calle. Con ello se destruye el fundamento del orden ciudadano antiguo, puesto que pierde su forma arquitectónica el elemento urbano que sostiene la capacidad de abstracción de la ciudad.
A raíz de tal ruptura, que termina en una calle destacada, se hace presente en el espacio de la ciudad un creciente “descampado”, un estado de tránsito “in-forme”. Las nuevas casas, demasiado pequeñas -objetos específicos- son incapaces de abarcar lo extensivo del sitio antiguo, o dejan traslucir los fondos de manzana antes ocultos, cuyos terrenos han perdido sus árboles y patios, a lo cual contribuyen también la demolición del terremoto.
El ámbito abstracto de un orden ciudadano tiende pues a desaparecer, para convertirse en cambio en un mero ámbito “natural” neutro, cuya valoración se basa primordialmente en ofrecer “la posibilidad de sitio” (#2) para construir. En este sentido es “natural”, y ofrece una débil competencia a la posibilidad, también “natural”, ofrecida por los terrenos vecinos del campo, así la ciudad se extiende sobre éste, en el mero construir. Pero la ciudad se convierte también en “natural” porque la eliminación del muro hace comparecer y pasar a una naturaleza sin artificios sobre la estructura urbana, no solo en la calle, sino en el centro de la ciudad antigua: la plaza.
Falta por terminar:
• Tercer Signo: Orden nuevo trae una nueva concepción del espacio: ” el espacio mínimo” y la ciudad jardín, que rompe la arquitectura de la calle y, por lo tanto la capacidad de abstracción de la ciudad antigua.
Quillota vive de paso, que al mínimo tiempo la “des-arquitecturiza” de elemento urbano.
(pérdida de forma)
(la plaza – la calle)
• Cuarto Signo: Orden nuevo trae un “crecimiento” físico de la ciudad.
Es un punto no estudiado, que al estudio le interesaría por cuanto es una manifestación (comparativa dentro de un urbanismo de relaciones) de la potencia o fuerza de la ciudad para emprender las obras que se han encargado. Esta potencia o fuerza interviene en la forma arquitectónica delimitando la magnitud de obra del presente (alcalde).
En el “crecimiento” de la ciudad están las 4 formas de crecimiento y renovación Quillota hasta el momento ostenta una.
Esa forma rompe la continuidad de la traza, “descentra” la ciudad.
* El crecimiento de Quillota se da paralelo a un crecimiento general, que densifica y trae la vida de la ciudad a la cantidad. La conquista de relaciones urbanísticas es con la cantidad, signo del nuevo orden ciudadano. Al mismo tiempo, trae una calidad especial de gente: el callampero, y el jubilado, los que no xxx lugar porque no tiene trabajo.
Al final: Proposición.