Querido Daniel
Después de recibir tus textos me quedé cavilando respecto a la relación de las cartas (correspondencia) con la condición de ser un documento histórico.
Desde dentro, a pesar de no haber tenido una relación directa con Pepe, de alguna manera se hereda la admiración por su trabajo riguroso, su agudeza y capacidad crítica. Uno podría aventurar que se hereda entonces una imagen de la persona, que la construyen los relatos de otros.
Al leer las cartas se expone en primera persona un lenguaje que incorpora el cotidiano y una cierta intimidad (con quién va dirigida).
Mi pregunta entonces es ¿Cómo se cuida ese borde?
Cuando hablamos con intimidad entre pares, hermanos espirituales o familia hay un lenguaje distinto.
¿Sería la misma carta si se tomara en cuenta que será leída por otros?, una especie de carta abierta.
No lo sabremos. Entonces esa intimidad expuesta es a la que debiésemos saber emplazar, ubicar.
No puedo dejar de leer con esa imagen recibida de Pepe, sin embargo si tomo palco y vuelvo a leer me doy cuenta también de la cantidad de juicios personales que tiene el texto que son a la vez interpretables (si es que tomamos la premisa kafkiana de que toda lectura es una re-escritura). En el modo en como describe a las mujeres del ministro y Naranjo o bien cuando se refiere a Miguel y su matrimonio, al caso de la huelga de los alumnos, etc. Ese juicio de valor nos deja más ante un cotidiano que a un pensamiento teórico.
Me atrevo a escribirte esto desde el afecto con el ánimo de ser más luz que sombra y porque creo la familia posiblemente puede graduar esa exposición en otros textos que aparezcan más adelante.
Cuenta conmigo
saludos desde la orilla,
Después de recibir tus textos me quedé cavilando respecto a la relación de las cartas (correspondencia) con la condición de ser un documento histórico.
Desde dentro, a pesar de no haber tenido una relación directa con Pepe, de alguna manera se hereda la admiración por su trabajo riguroso, su agudeza y capacidad crítica. Uno podría aventurar que se hereda entonces una imagen de la persona, que la construyen los relatos de otros.
Al leer las cartas se expone en primera persona un lenguaje que incorpora el cotidiano y una cierta intimidad (con quién va dirigida).
Mi pregunta entonces es ¿Cómo se cuida ese borde?
Cuando hablamos con intimidad entre pares, hermanos espirituales o familia hay un lenguaje distinto.
¿Sería la misma carta si se tomara en cuenta que será leída por otros?, una especie de carta abierta.
No lo sabremos. Entonces esa intimidad expuesta es a la que debiésemos saber emplazar, ubicar.
No puedo dejar de leer con esa imagen recibida de Pepe, sin embargo si tomo palco y vuelvo a leer me doy cuenta también de la cantidad de juicios personales que tiene el texto que son a la vez interpretables (si es que tomamos la premisa kafkiana de que toda lectura es una re-escritura). En el modo en como describe a las mujeres del ministro y Naranjo o bien cuando se refiere a Miguel y su matrimonio, al caso de la huelga de los alumnos, etc. Ese juicio de valor nos deja más ante un cotidiano que a un pensamiento teórico.
Me atrevo a escribirte esto desde el afecto con el ánimo de ser más luz que sombra y porque creo la familia posiblemente puede graduar esa exposición en otros textos que aparezcan más adelante.
Cuenta conmigo
saludos desde la orilla,