
SERGIO LARRAIN G. M. – ARQUITECTO
SANTIAGO -MIGUEL DE LA BARRA 554-FONO 62945
COPIA
Santiago, 10 de Agosto/49
Señor:
Alberto Risopatrón B.
Decano de la Facultad de
Arquitectura y Bellas Artes
Universidad Católica de Chile
Presente
Querido Alberto
Me voy a referir a las incidencias producidas entre los profesores y que tuvieron su desenlace en la última reunión de la Facultad a la que no pude asistir.
He dejado pasar estos días para pensar reposadamente y no escribirle bajo una impresión que podría haberme llegado a decirle cosas de las cuales quizás habría tenido que arrepentirme después. Pero he creído que siendo el más antiguo de los profesores, con veinte años de cátedra, tenía una obligación para con la Escuela, de dejar estampado mi criterio que ya he tenido ocasión de manifestar en varias reuniones y en una carta que le dirigí a Ud. en días pasados.
Ante todo, quiero expresarle que no es la discusión específica sobre bondades del curso de plástica para de 1º año ni sobre su postergación a 3º la que me mueve a decirle lo que sigue, sino su significado.
No conozco en detalle la forma en que este curso se haría, y comprendo que puede prestarse a controversia el sistema pedagógico empleado para obtener un resultado positivo e el alumno. Una discusión sobre esos puntos desapasionada u objetiva no solo la habría considerado justa sino beneficiosa y habría sido un síntoma de que los verdaderos problemas de la Arquitectura y de la enseñanza, preocupaban a los profesores más que los de rutina y de reglamento. Pero desgraciadamente, la forma como se ha llevado esa discusión y las frases que han expresado algunos de los profesores han puesto para mi de manifiesto la indiferencia total de muchos de ellos y su incomprensión de la alta misión de una escuela de Arquitectura y particularmente de la de una universidad Católica que está llamada a fijar rumbos en el plano espiritual, estético social y técnico entre los problemas actuales.

Es pues, a estos males permanentes, evidenciados ahora, a los que me quiero referir, y no al síntoma incidental de la discusión del curso de plástica pura.
Quiero recordarle que reiteradamente y desde hace años habíamos venido repitiendo en la Escuela de que no había un programa coordinado y orgánico. Por falta de dedicación y de interés, se han venido corrigiendo y parchando desde hace años los cursos que presentaban problemas inesperados; se han suprimido unos, se han agregado otros, sin orden ni plan.
Al final de cada período se han llevado a la Facultad, reglamentos improvisados que hay que aprobar sin estudio para salvar situaciones imprevistas e impostergables y que a pesar de haber sido presentados como transitorios han quedado establecidos por desidia como definitivos. En cada una de estas ocasiones se han hecho los mejores propósitos, se han fijado fechas y nombrado comisiones para estudiar planes pedagógicamente coordinados, pero cada vez también la indolencia los ha dejado en el olvido.
Ante esta situación y viendo la falta de interés de las directivas, un grupo de profesores, conscientes de su responsabilidad se reunió periódicamente durante muchos meses e hizo un prolijo análisis de los estudios y elaboró sin que nadie ni nada los obligara, un plan completo con lógico desarrollo pedagógico.
Este plan, tras no pocas alternativas administrativas, fue aprobado por la Facultad más por indiferencia que por conocimiento de lo que se le proponía.
Este mismo programa, bueno o regular, pero que por primera vez era orgánico, ha sido destruido con ligereza ante la acusación de algunos profesores de que el sistema adoptado no había dado buenos resultados. Y esta destrucción se ha hecho, a mediados de año sin un estudio serio de un plan total de enseñanza sino inspirada en el laudable aunque imperante propósito de conciliar todos los puntos de vista. Hemos vuelto a caer en la política de la improvisación y del parche, de la cual tuvimos un momento la impresión de haber salido.
Cuando se elaboró el programa a que me he referido, se señalaba encarecidamente la necesidad de que el profesorado tuviera una básica unidad de puntos de vista para poder desarrollar una labor armónica. Sin embargo, con el objeto de no descontentar a nadie, se puso en ese mismo momento, jefe de los estudios del grupo de Dibujo, Plástica y composición a Miguel Venegas, que discrepaba del programa propuesto. El nos ha dicho que ha estado un año “en el balcón” observando lo que pasaba y sin participación en la enseñanza y en su coordinación. Me parece imposible juzgar de los resultados de un sistema, en un período en que el jefe de estudios no se ha interesado en ellos; y en el que el plan se ha aplicado a medias.

A mi juicio, esa política de conciliación que se aplicó entonces y se pretende aplicar ahora solo puede contentar a los indiferentes, pero me temo que los elementos más entusiastas y preparados, consideran que es un sacrificio estéril el seguir en una tarea que los impide hacer su trabajo profesional sin tener por qué los entusiasme y los convenza.
Una Universidad como la nuestra, que no puede ofrecer ventajas económicas solo puede tener un buen profesorado si existe un gran espíritu y una gran fé en una trascendental misión.
Vaciarla de eso es labrar su ruina. Y son las directivas las llamadas a dar el ejemplo.
Y aquí llegamos a un punto, cuya gravedad no le quiero disimular. En la penúltima sesión de Facultad, Ud. manifestó que había que enseñar a los alumnos los “estilos” ya que más tarde por no perder trabajos en su vida profesional no podían dejar de hacerlos para los clientes que se los pedían. Esto equivale a reducir a nuestra profesión a una mediana carrera comercial y a quitarle esa finalidad magnífica que es la de dar a una sociedad en plena transformación, un educado marco de urbanismo y arquitectura que satisfaga sus profundas aspiraciones espirituales y materiales.
Yo creo que nunca más que ahora el arquitecto tiene una misión que cumplir, que es ética antes que estética (sin que deba haber contradicción en estos términos) y deben ser las escuelas las llamadas a inculcarla particularmente las Universidades Católicas inspiradas en los altos ideales cristianos.
Se ha querido hacer aparecer el nuevo programa como basado en el materialismo y orientado únicamente hacia lo utilitario.
Nada creo que está más lejos de los que lo elaboraron. Sabemos también que este no puede manifestarse si el artista no tiene los amplios conocimientos técnicos que constituyen los medios mismos de su expresión. No queremos ni líricos incompetentes ni virtuosos fríos, sino artistas sensibles al mismo tiempo que técnicos experimentados. Para oponerse a él se ha adoptado un sistema abandonado por las pedagogías mas atrasadas en el que el alumno hace un papel pasivo receptáculo de recetas destruyendo sus mejores cualidades.
Nosotros proponíamos algo que realmente podía despertar en el joven toda su actividad creadora para resolver no solo los problemas de plástica y de técnica sino que también los numerosos problemas humanos que están planteados en espera de una solución.
A eso se ha opuesto un criterio de dogmas rígidos, que tiende a hacer pensar al alumno que ya todo se ha encontrado, que no existen nuevos caminos, y que la más prudente actitud es la de imitar lo que ya se hizo.

Nosotros hemos creído en lo vivo, otros en lo muerto.
Nosotros queríamos que el alumno se preocupara de dar a todos los hombres, un hogar, un jardín, un pueblo alegre. Otros creen que es mejor proyectar palacios del pasado con vestíbulos de honor y escaleras imperiales.
Nunca hemos desconocido que los edificios de profundo significado espiritual como el templo, constituyen el más alto campo de la Arquitectura, pero estamos convencidos que ellos también deben encontrar su elevada significación con los medios técnicos y dentro de las modalidades de cada época. A través de la historia vemos que solo nos habla la Arquitectura que fue en su tiempo sinceramente moderna, y que tenía grandes cosas que decir: la egipcia, la griega, la bizantina, la gótica, la barroca. En cambio la del siglo pasado, que en su eclectisismo arqueológico y académico, copió los mejores modelos de todos los estilos, es muda para nosotros. Esos son los ejemplos históricos que tienen verdadero significado y que deberían orientarnos.
Se dijo injustamente en las discusiones que queríamos eliminar el estudio de las Arquitecturas antiguas. Muy por el contrario. Pensamos que el análisis profundo de las mismas, es indispensable no solo para la cultura artística del alumno, sino para poder hacer una buena arquitectura del presente. Lo que no aceptamos, es que ellas sean impuestas como modelos para resolver problemas de nuestros días y mucho menos que se limite su estudio a una determinada cultura, que es la Romana, que vue de todas las clásicas la más carente de espíritu.
Me parece que desde el punto de vista de desarrollo lógico de los estudios se ha cometido también un gran error. Si se da a los algunos una base académica de órdenes a través del Vignola, me figuro que debiera ser para que crean en ellos como en la base verdadera de cada composición, y en ese caso deberían hasta 6º año seguir esos principios inspirando sus proyectos, lo que resulta evidentemente inadmisible. Pero si por otra parte, a partir de 3º o 4º año, se orienta al alumno en un sentido totalmente diferente, haciéndose hacer composición libre, y tendiendo a resolver con criterio proporciones y materiales de nuestra época los problemas arquitectónicos, el plan de estudios se derrumba entero por incongruente.
Me imagino, Alberto, que su falta de contacto con el profesorado y particularmente con el alumno de la Universidad, le hayan impedido darse cuenta del profundo malestar y desaliento que ha venido cundiendo al encontrar no en las directivas

la constante preocupación por resolver los problemas que he señalado y muchos otros, como la mala elección e incompetencia de varios profesores y ayudantes, la inasistencia sistemática , los cambios permanentes de programa y de calificación, sin contar con la falta de espacio, libros y equipo.
Esto ha llegado hasta el extremo de que alumnos de 4º año se han trasladado a la Escuela de Valparaíso en busca de más espíritu y más comprensión. Yo me temo que el significado de las medidas recientemente tomadas, tengan peores repercusiones de las que Ud. desde su distante y alta situación, puede prever.
Nuestra Escuela ha llegado a una edad adulta y el ambiente Universitario es exigente. Es necesario que se les preste la atención técnica y pedagógica que requieren con constancia, dedicación y seriedad.
Lamento tener que decir todas estas cosas pero ellas fluyen de la situación que no podemos seguir ocultando, y de la carta que le mandé hace poco tiempo. En ella le manifesté de que había dos tendencias irreconciliables en el profesorado entre las que había que elegir. Para ello le pedimos, que Ud. resolviera cuál era la que más convenía a la Escuela. Su fallo no ha venido a resolver esta situación, y en cambio se ha quitado la lógica unidad al plan de estudios. En estas circunstancias, y en el deseo de facilitar una solución, vengo a pedir autorización para dejar temporalmente mi curso de taller superior a partir del año próximo, con el objeto de dar al otro grupo la oportunidad de hacer su experimento en una forma total durante un período prudente. Previendo, sin embargo, que este ensayo no tenga éxito, no voy a renunciar a objeto de poder volver si fuera necesario a colaborar con el mismo entusiasmo y devoción por la Universidad que siempre he tenido y siempre conservaré.
Si fuera necesario formar una comisión para estudiar honradamente una reforma del plan de enseñanza, para modificarlo o mejorarlo, yo me ofrezco desde luego para integrarla y trabajar en ella con entusiasmo, en el entendido de que los demás profesores que la compongan estén inspirados del mismo espíritu y haya entre ellos la básica unidad de iras fundamentales que ahora falta.
No tengo resentimientos para nadie, y solo un gran desaliento al verificar que después de 20 años de esfuerzo para mejorar nuestra Escuela sigue imperando la improvisación y la superficialidad, inspiradas en los mejores propósitos.
Lo saluda cariñosamente su affmo.colega y amigo
Sergio Larraín G.M.
Me voy a permitir hacer llegar copia de esta carta al Sr. Rector, el Sr. Director y a algunos profesores de la Facultad.